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Concejal de Somos en el Ayuntamiento de Avilés

El 9 del Barça

Tributo a Johan Cruyff y repaso a la situación sociopolítica de la Transición en Asturias

En 1978 me encontré un billete de 500 pesetas en la calle de La Fruta. Caminaba de la mano de mi madre, mirando para el suelo como suelen hacer los niños, cuando me llamó la atención un papel azul doblado. Me solté, me agaché, lo cogí, lo desdoblé y, al ver a Rosalía de Castro, se me iluminó la cara. Al contemplar la escena mi madre se paró, me pidió el billete y observó a la gente que había por los alrededores para ver si alguien tenía el gesto de estar buscando algo. Nadie reclamó mi hallazgo así que mi madre dictaminó que me correspondía a mí adjudicar un destino a aquel billete. No lo dudé, quería un traje de fútbol del Barça.

Al día siguiente o al otro fuimos a una tienda de deportes y compramos la camiseta "blaugrana", los calzones azules y un número 9 de tela que mi madre me cosió a la espalda. No podía ser otro número que no fuera el de mi idolatrado Johan Cruyff. Comenzaba bien aquel año, pero acabó de otra manera. Al finalizar la liga, Cruyff anunciaba que abandonaba el fútbol europeo. El número de mi camiseta se correspondería para la siguiente temporada con un jugador extranjero desconocido y sin carisma. Pero las decepciones no terminaron con la marcha de Cruyff. Mi mundo de fantasía infantil recibió un duro ataque de realidad. De repente, fui consciente de que mi padre tenía un trabajo, que por ese trabajo percibía un salario y con ese salario comíamos, nos vestíamos y teníamos un techo donde vivir. Fui consciente por la interrupción de esa cadena.

Los astilleros Ojeda y Aniceto de San Juan entraban en crisis, los trabajadores no cobraban y mi padre era uno de ellos. En un muro alguien había escrito "Ojeda y Aniceto, 200 familias sin pan", la nuestra era una de aquellas familias. Esa fue la primera vez que leí una pintada. Desde entonces, me fijo en lo que las paredes dicen. Fue también en aquellos días que en las calles del Carbayedo leí "solidaridad con los panaderos, no compres pan". Hacerme entender el problema del pan debió costar esfuerzo y mucha paciencia a mi madre, la misma que a mi padre explicarme qué era un "orsai".

Los problemas económicos de la familia ya me acompañaron desde entonces. Mi camiseta del Barcelona perdía valor emocional porque ya no estaba Cruyff y porque problemas mayores llamaron a mi pequeña puerta. Tres años después, con la llegada de Quini al 9 del Barcelona, aquel número volvió a tener sentido para mí, pero aquella camiseta ya me quedaba demasiado pequeña. En mi casa los problemas se hacían mayores y la esperanza se ponía en el cambio político que representaba el emergente Partido Socialista. Las grandes decepciones todavía estaban por llegar.

Estos días siento nostalgia, tristeza y agradecimiento a aquel ídolo infantil. El 9 del Barça se ha marchado definitivamente.

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