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Vita brevis

In albis

La suciedad durante la Comida en la Calle y otras cuestiones de higiene

En la liturgia antigua de la Iglesia católica sólo se bautizaba en las solemnes celebraciones de la Vigilia Pascual, el sábado inmediatamente anterior al domingo de Resurrección. Entonces, esta ceremonia solía realizarse por inmersión y, al salir de las aguas, se revestía a los bautizados con unas vestiduras blancas. Los neófitos llevaban estos ropajes durante siete días. Por eso, se conoce a toda esa semana como "in albis", que en ese idioma ahora tan desconocido que es el latín significa "en blanco", como cuando a veces se le queda a uno la mente y tantos la tienen todo el tiempo. Al siguiente domingo se despojaban de los vestidos blancos y se ponían los normales de andar por casa o por la calle. De ahí le viene el nombre de domingo "in albis depositis", aunque también se le llama en los libros litúrgicos domingo de "Quasimodo", que no se refiere a un jorobado, sino porque la antífona de entrada de la misa de ese día comienza: "Quasi modo geniti infantes", como niños recién nacidos. ¡Aleluya!

El color blanco es acromático, de claridad máxima y el más reflectante de la luz. Es símbolo de pureza, de inocencia y de paz, porque sugiere limpieza. Cualquier cosa que se deposite en un objeto blanco se percibe inmediatamente. Ya saben que cuanto más oscuras sean las cosas resultan más sufridas, no porque estén más limpias, sino porque se nota menos la suciedad. Lo curioso es que, paradójicamente, el blanco es el color que aguanta más sufrimiento. Esta es la razón de que las prendas más susceptibles de mancharse con toda clase de guarrerías se confeccionaran tradicionalmente en blanco, como las sábanas y la ropa interior, para que no se decoloraran tras ser sometidas a violentísimos procesos de lavado para quitarles las calandracas y otras miserias.

Es también paradójico que, desde la antigüedad y durante siglos, el pigmento blanco más utilizado fuera el albayalde. Se fabricaba con platos de plomo que se suspendían sobre vapor de vinagre. Luego se sumergían en estiércol durante un par de meses. Finalmente se raspaba la capa de material que se había formado en la superficie de esos platos que, por causa de ese proceso, resultaba ser blanca. Es lo que también se conocía muy expresivamente como orín de plomo o cerusa y, más patriótica y comúnmente, como blanco de España, ya en desuso, el pobre, porque es tóxico que te cagas.

La relación íntima entre la pureza del blancor y la asquerosidad de la guarrería es cosa muy española y, por ello, ni que decir tiene que es asturiana por antonomasia, que por algo Asturias es la cuna de España. "A mí me gusta lo blanco. / Viva lo blanco. / Muera lo negro. / Que lo negro es cosa triste. / Yo soy alegre/. Yo no lo quiero." Pero lo blanco bien marrano, que aquí son patrimonio cultural las sidrerías, bien emporcadas de la ácida y pegajosa amalgama de serrín húmedo y toda clase bacinadas. Ya saben que a los extranjeros les dicen que es "tipical spanish" tirar al suelo los papeles, las colillas y cuantos desechos tengan a mano. Algunos se lo toman muy en serio y se esfuerzan en poner en práctica el "allí donde fueres, haz lo que vieres". Como no están de ello, no lo hacen con la naturalidad con que los nativos dejamos caer la servilleta usada, el palillo del pincho o la piel de la rodaja de chorizo en el suelo de la barra de un bar. Lo tiran ridículamente como si fuera una piedra, con una sonrisa medio boba, esperando haber superado la prueba de españolismo con la aprobación de la concurrencia.

El lunes "in albis", que fue el de Pascua, se celebró la tradicional Comida en la Calle. Eso sí que fue una gran demostración de españolidad. Avilés quedó convertida en una gran cochiquera, rebosante de mugre y porquería. Algunos biempensantes estaban preocupadísimos en los días previos a la gran cerdada por cómo iban los jóvenes a dejar el parque. Había la experiencia de otros años en que tuvo que cerrarse durante varios días para desescombrar no sé cuantísimas toneladas de desperdicios diversos. Con las cautelas adoptadas este año no parece que se haya mermado la producción de inmundicias. No creo que en años sucesivos se vaya a remediar, porque la cosa es genética. No hay más que ver cómo dejaron los provectos progenitores de los muchachos las calles donde se instalaron las mesas. Todo mierda en estado puro.

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