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Presidente de Foro Avilés

Populismo, no, gracias

El autor critica la base ideológica y la escenografía política que caracterizan a los partidos emergentes de izquierdas

Marketing, mercadotecnia, community manager, capitalismo tecnológico al servicio de la causa neocomunista. Son las paradojas del sistema. Teatro, puro teatro. Las redes sociales propalando la especie de un nuevo amanecer. La revolución pendiente. Mayo del 68 redivivo: "Seamos realistas, pidamos lo imposible". De los adoquines al cielo, que "la paz se conquista a golpe de machete", como dijera José Martí. Fluyendo siempre Eduardo Galeano, ¡presente!, por las venas abiertas de América Latina, por las de los insurgentes del movimiento 15-M. Todo por la causa del colectivismo, de la propaganda, del igualitarismo, del intervencionismo, de todos los "ismos" del mundo. Ninguna de sus tesis, ni en lo económico, ni en lo social, ha superado nunca el umbral de la decencia; ningún país, ni antes ni ahora, ha salido airoso de este populismo de izquierdas. No soportan la diferencia, no creen en el mérito ni en la capacidad, penalizan el talento, son refractarios a la libertad. Se mueven raudos por el sistema, aprovechando todas sus fallas, navegando fácil por los cauces de la sociedad que Zygmunt Bauman bautizara como "líquida".

Derechos humanos desde una óptica, la suya, siempre sectaria, hipócrita, que boicotea al Estado de Israel y calla ante la caza al homosexual por parte de Hamás; que convierte al terrorista Arnaldo Otegi en héroe y callan, ominosos, ante los presos políticos de Chávez y Maduro, quizá por ser "presos pero libres", que así titula su obra desde la cárcel Leopoldo López. Son lo que Ferraté definía como "moralistas unidimensionales". Maniqueos siempre, de esquema binario: lo público contra lo privado, la igualdad contra la libertad, el pueblo contra el poder, el empresario contra el trabajador. Nada de mezcla, ni mestizaje de ideas, sólo dirigismo, estatismo puro, supervivencia de los suyos, sin mácula. Adanistas sin complejos pues con ellos empezó todo; redentoristas sin cuento, para salvar al mundo, para decir basta a la casta y ver rastas sin caspa; propagandistas de mensajes cortos, de ampliar derechos sin recordar deberes, de culpas nunca propias, nihilistas al cabo. Rescatadores de lo social a costa de las clases medias cuya única aspiración será ya ser rescatadas; defensores del gasto público al precio inflacionario de los ingresos privados; procuradores del Estado de Bienestar aún secuestrando la libertad; libertarios sin fronteras, de banderas tricolores, de arco iris o aún verdes sin esperanza para la humana ecología, en fin, banderas de todos y de todas menos de la propia; postulantes de lo multicultural en Europa, acérrimos sin embargo, por miedo, cobardía o maledicencia, de la "única" cultura y religión en el Oriente próximo; tolerantes con el velo, ¡anatema! el crucifijo.

Examinan a Europa como hijastros ebrios de rencor y la culpan de los males del mundo, de los pecados que por supuesto ellos no cometen y desprecian sus valores, su Ilustración, su lucha por los derechos humanos e ignoran que con la filosofía griega, el Derecho Romano y la religión cristiana empezó toda una maravillosa aventura colectiva, con luces y sombras, como cualquiera de nuestras vidas, pero siempre en pos del respeto por la dignidad de la persona.

Escenas, postureos, eslóganes, luminotecnia, cartón piedra, emoticones, para maquillar el socialismo real. Lágrimas a flor de piel ante la foto del refugiado para fustigar a los nuestros y justificar la barbarie del terror, para pasar por buenos sin aplicar inteligencia a la solución de los problemas, para convertir la anécdota en categoría, para atajar en corto y engañar a cientos, prometiéndoles ser dioses sin apenas dolor, para dar por supuesta la prosperidad social adquirida sin explicar los motivos, para hacer de todo un campo de agramante, un desdén rancio hacia nuestras mejores tradiciones.

Son ellos, sí, los revisionistas de un pasado conflictivo y pese a todo conciliado, queriendo abrir heridas ya cicatrizadas; los que usan, no sin subvenciones, la justicia social en vano; son ellos, los bufones de la contracultura, quienes prostituyen la libertad de expresión para declamar "goras" delante de los niños o asaltar, resentidos, capillas universitarias; son ellos, sí, los ateos que sólo saben hablar de Dios, los anticapitalistas sin plan B, los antisistemas donde caerse muertos, los antiimperialistas de salón, los antisemitas con perdón, los burócratas de la antiglobalización, los ladrones de un tiempo que nos pertenece a todos, los que sin tregua se entregan a la causa del "no a la guerra", los pacifistas sólo por sextaferia.

Son ellos, sí, los que no debieran olvidar aquella máxima de Víctor Hugo, "los pueblos siempre le fallan a los profetas", o de lo contrario, serán desterrados al País de Nunca Jamás pero esta vez sin Campanilla.

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