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Ventanal

Un acierto de Rajoy

La firmeza del presidente del Gobierno en funciones frente al órdago independentista catalán

Gobernar tiene más que ver con decir "no" que con decir "sí", algo muy fácil, esto último, que suele agrandar problemas en lugar de resolverlos. Este principio, al que ya aludía Cicerón, suele manosearse en las prácticas negociadoras, optándose por la ambigüedad para, al menos, ganar tiempo.

No ha sido este el caso del encuentro reciente entre el presidente de la Generalidad y Mariano Rajoy. Frente al propósito de Puigdemont de escenificar el conflicto permanente con el Estado, el presidente del Gobierno dio una respuesta tajante: "Cataluña es España, la inmensa mayoría de los españoles lo sentimos así. Unidad, soberanía nacional, igualdad y cumplimiento de la ley. Cataluña es España y queremos seguir viviendo juntos".

Rajoy ha cumplido con su obligación, tal como lo exige la legalidad constitucional. Para que no haya dudas, apenas transcurridas 48 horas desde la reunión, el presidente del Gobierno autorizaba la impugnación ante el Tribunal Constitucional de tres leyes aprobadas por el Parlamento catalán que invadían normas y competencias del Estado. Recursos que se suman a los de treinta disposiciones ya impugnadas. Por otra parte, tiene poco sentido la queja de Puigdemont sobre tanta judicialización cuando la Generalitat ha reclamado contra cincuenta disposiciones del Estado.

Hay consenso sobre la conveniencia de evitar la judicialización en el debate político, pero Mariano Rajoy ya expuso la solución: si se respeta la ley, la Justicia no interviene. En cualquier caso sería muy conveniente, para Cataluña y para el resto de España. un replanteamiento de las relaciones y lealtades que evite que el Tribunal Constitucional parezca un Juzgado de Guardia que interviene como dispensador o censor en la resolución de problemas específicos que tenga Cataluña.

Dicen las crónicas que el encuentro transcurrió sin asperezas y con el propósito de continuar hablando, lo cual referido a un presidente en funciones parece un voluntarismo anticipado.

Cuando está tocando a su fin esta legislatura de la confusión y el balance de cuentas se usa como arma preelectoral, cabe hacer algunas valoraciones sobre las líneas conductoras que han inspirado a Mariano Rajoy respecto a la tensión independentista catalana. En el haber del hoy candidato para el 26-J, hay que anotar su acierto al negarse a continuar la política de concesiones crecientes al nacionalismo catalán, practicada por todos los gobiernos anteriores al suyo, tanto del PSOE como del PP. Convencido de que tal política no conducía a aplacarle, sino al revés, aumentaba las exigencias. El punto diferencial reside en ayudar a Cataluña en sus problemas pero hacer frente a los políticos catalanes que promueven el soberanismo. Política no bien entendida, porque para algunos el bloqueo pasaba por métodos próximos a la emergencia nacional y para otros la solución es ofrecer federalismos simétricos o asimétricos, como el PSOE, actitudes que no sirven para nada, al igual que la transversalidad ingenua de Ciudadanos.

Mariano Rajoy tan calificado de "inmovilista", "plasma" y otros opinables encuadres, optó por empujar a que los propios causantes del conflicto se estrellen ante la realidad económica y social de Cataluña, pero sobre todo con la evidencia de que no tienen salida legal a sus pretensiones. Veremos como termina la cuestión, pero sería una mezquindaz no reconocer la clara postura de Rajoy frente a los malabarismos de otros.

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