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La otra realidad

El que lee vive más

Los libros como arma para construir una sociedad mejor

En 1953, el estadounidense Ray Bradbury escribió una mítica novela que ha pasado a la posteridad: "Fahrenheit 451". En ella, narra una sociedad futura donde la cultura es perseguida sin piedad, obligando a la élite del pensamiento avanzado a memorizar los textos fundamentales de la literatura mundial para no quedar definitivamente olvidados. El británico G. Orwell, en su obra "1984", nos refiere una sociedad tecnificada, monstruosa, donde el individuo es menos que nada y presa de las máquinas. A. Huxley, amigo de Krishnamurti y practicante del método Bates para mejorar su pobre visión, nos cuenta algo parecido en su novela "Un mundo feliz". Todos ellos se anticiparon a su época, a los tiempos en que escribieron su mensaje; conocían, de forma indubitada, que si el ser humano sigue adelante en sus planes totalitarios y peligrosos hacia un desarrollo incontrolado de la tecnología y sus secuaces, no sólo quedará destruida el alma, quedará preso para siempre en sus redes.

Igual que el enemigo del hombre actúa sin darse a conocer y la totalidad de los caídos en sus trampas niegan su existencia, algo similar acontece en el planeta del progreso y la educación. Un mundo sin libros es una ruina para la sociedad, algo insoportable, una medicina que no se puede tomar; un ser humano sin cultura, buenas maneras y respeto a sus conciudadanos es una lacra guerrera, un fracaso estrepitoso, la mayor demostración de avance inferior. Un buen libro es un arma de destrucción masiva, una espada valiente y triunfadora, una oportunidad única para salir del marasmo gris de lo cotidiano. Por eso los enemigos de la libertad, los amigos absolutos de la obediencia sumisa desean, en un plazo no muy lejano, conseguir su completa desaparición. Para convencer a las crédulas masas utilizan, como argumento prioritario, que los tiempos cambian una barbaridad y que existen otras maneras más modernas y avanzadas de leer. Cuando menos libros haya, más fácil será engañar a los que no saben; una sociedad ignorante, sin preocupaciones espirituales, ajena por completo al alto transcurrir, que niega lo que no entiende, critica lo que no sabe y persigue a quien es diferente es la panacea perfecta para que los amos del mundo sigan cercenando la libertad individual y creando una apariencia de orden donde lo único que destella y prevalece es un caos absoluto y total. En el cuarto centenario del autor del "Quijote" el libro corre un grave riesgo de extinción.

Si el sabio Cervantes levantara la cabeza y viviera en estos tiempos reinantes y enviara su obra maestra a cualquier editorial, recibiría la callada por respuesta. Las grandes obras maestras de todos los tiempos no tendrían ninguna posibilidad, ningún viso de cabida en tiempos entregados a la vulgaridad cultural y la mediocridad imperante. Así como los nazis quemaron en la hoguera pública a los autores del "arte degenerado" mientras sus dirigentes se ufanaban de tamaña proeza, los editores vigentes lanzarían a las llamas, sin dudarlo un instante, "Guerra y paz", "Los hermanos Karamazov", "La comedia humana", "La Biblia", "El tao te king", "El fausto", todo Shakespeare y tantas y tantas bellezas acumuladas en un simple papel. Cuando se fomenta y premia lo chabacano y soez lo sobresaliente sobra, no es carne apetitosa. Un conspicuo dirigente nazi dijo con insoportable orgullo: "Cuando oigo pronunciar la palabra cultura cargo mi revólver". No hace falta matar a una persona para que viva muerta en vida: sólo es necesario quitarle el amor al progreso interior, la ilusión por el ascenso hacia la gloria, la fe en un Dios creador y las ganas de morar cerca de lo sublime y exquisito.

Todos los pretextos que den los que quieren erradicar el afán de saber pertenece, que lo sepan o no, a los partidos enemigos del pueblo, a los acólitos de la dictadura fingida, a los verdugos de la democracia verdadera y la aristocracia espiritual. El que tiene aspiraciones hacia lo noble y elevado es un desafío abierto para el sistema, un reto en estado puto para los que cumplen órdenes, se conforman con el placer y el dinero y viven a cuerpo de rey. El que sabe no comulga con ruedas de molino, es libre como el viento, respira aires de grandeza interior; no se le convence con trucos fáciles, oratoria barata y frases medio hechas: aunque mates su cuerpo siempre quedará la leyenda de su mito.

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