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Narraciones individuales

Cada vez se plantean más dudas sobre el formato expositivo definido en el siglo XX, paredes blancas, un respeto reverencial a la obra, un ritmo pausado, desconectado de las aceleraciones del mundo real. En 1936, Walter Benjamin esbozaba en "El narrador" la dificultad de transmitir experiencia cuando se pierde la capacidad de narrar y siguiendo ese hilo argumental, Manuel Borja Villel habla de la exposición como un relato que se quedaría vacío si no logra producir, facilitar y transmitir experiencia. La exposición debe abrir miradas y percepciones críticas, facilitar interacciones y crear canales multidireccionales de emisión y recepción; o como sugiere Nina Möntmann ,"producir un espacio agonístico que recupere la esfera pública".

Esta complejidad no es más que un reflejo de cuanto se viene investigando en las últimas décadas referente al lenguaje expositivo y la infinidad de líneas posibles que se abren cuando se plantea una muestra de arte, "la exposición sería poesía (?) -señala Martí Manen- por trabajar en capas de comunicación emocional que se mezclan, por ser en las formas lo que queremos dar".

Pues bien, el proyecto "Asturias Arte Actual. La forma del concepto" comisariado por Santiago Martínez se encuentra deslavazado, un barullo de individualidades que no generan líneas de tensión sino que se desintegran sin posibilidad de diálogo, entre otras razones porque no hay ningún relato que favorezca la relación, sino un muestrario de potentes figuras del arte asturiano que exhiben su sensibilidad pero no encuentran a nadie con el que conectarse en este escenario expositivo. Todo se vuelve un desencuentro, una relación de particularidades que no dan como resultado una exposición sino una excepción.

Las abstracciones matéricas de Bernardo Sanjurjo inundan de color las minimalistas fotografías en blanco y negro de José Ferrero y poco tienen que ver los dípticos fotográficos de Carlos Suárez expuestos en el CMAE en 2013 con las geometrías de María Braña o las sutiles propuestas de Blanca Prendes, ni la poética de Isabel Cuadrado con el vigor escultórico de Adolfo Manzano por citar algún ejemplo de los desencuentros y disonancias que se producen.

No se critica el montaje de la exposición, se habla de la carencia de un relato que la sustente. Hay alguna sorpresa: la extraordinaria capacidad creadora de Fernando Alba que presenta una instalación, "Sudario de la inmigración", con tal potencia envolvente que se convierte en un espacio único de hibridación entre lo pictórico y el compromiso crítico, una capilla laica para aliviar el desconsuelo.

Además de los citados artistas participan María Álvarez, Irma Álvarez-Laviada, Maite Centol, Mónica de Juan, Jorge Flórez, Lisardo, Eugenio López, Pablo Maojo, Blanca Prendes, Elena Rato y María Jesús Rodríguez. Una relación de grandes creadores asturianos, con buenas piezas en la mayoría de los casos, pero sin posibilidad de conversación, derivando la exposición hacia una yuxtaposición de técnicas, estilos y tendencias. Sin experimentar ningún ejercicio coreográfico con el que pasarían de ser narraciones individuales, aisladas en un contexto, a una acción coral conjunta, responden a una labor curatorial que les ha condenado al monólogo.

Por otra parte el título de la muestra, su ambición totalizadora, cuando una nutrida representación de los artistas seleccionados están vinculada a la Escuela de Arte de Oviedo, confirma una visión reduccionista y unidireccional. Y, en todo caso, en la exposición se encuentra muy presente la forma pero carece de concepto.

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