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Vita brevis

Un sentimiento

Sobre la idiosincracia de los aficionados del Atlético de Madrid

Según creo se pasaron toda la noche en vela. Hacía sólo tres años que había irrumpido el siglo XX. Un grupo de estudiantes vizcaínos se reunió en la Sociedad Vasco-Navarra de Madrid, en la calle de La Cruz, cerca del Congreso de los Diputados que sería renovado tras unas nuevas elecciones que se celebrarían pocos días después. Pero nada tenía que ver la preocupación de aquellos jóvenes vascos de ingeniería con la política. A altas horas de la madrugada concluyeron el feliz parto. Era ya el 26 de abril cuando surgió el Athletic Club de Madrid. Era entonces un equipo filial del bilbaíno, pero había nacido un sentimiento.

"Qué manera de aguantar, / qué manera de crecer, / qué manera de sentir, / qué manera de soñar, / qué manera de aprender, / qué manera de sufrir, / qué manera de palmar, / qué manera de vencer, / qué manera de vivir." Así cantaba Sabina a su equipo canalla en su centenario. Es que el corazón tiene razones que la razón no entiende.

Los pocos equipos grandes que existen en el mundo tienen legiones de seguidores. Es fácil captar grandes masas de aficionados cuando se tienen montones de dineros en las arcas, se puede fichar a los mejores jugadores del mundo y, con tales posibles, se gana casi siempre. El Atlético de Madrid es un caso excepcional, porque sus finanzas son más modestas, los clubs poderosos le quitan cada poco los futbolistas que despuntan y, en eso de ganar, es el "pupas".

El final del estribillo de la canción del centenario lo explicaba todo: "Qué manera de subir y bajar de las nubes, / ¡que viva mi Atleti de Madrid!". El viejo club rojiblanco hizo un doblete histórico, ganando la Copa y la Liga, cuando Jesús Gil y su caballo "Impirioso" se quedaron con las acciones de la recién estrenada sociedad anónima deportiva, que ya dijo el Tribunal Supremo que se las afanó de una forma más bien choriza y tal, y tal, y tal... Y, al poco, bajó a los infiernos de la Segunda División. "Atlético de Aviación, qué pasión, / un siglo de horas de vuelo / dos años en un retrete / tras un doblete / rozando el cielo". ¡Qué acierto con el anuncio publicitario de aquel momento! Se veía a un hombre y a su hijo, silenciosos y cariacontecidos, en un coche con bufandas e insignias colchoneras y, en un momento determinado, el niño le pregunta a su padre: "Papá, ¿por qué somos del Atleti?". Silencio y fin.

Pero el Atleti al tercer año resucitó y volvió a Primera División. Unas temporadas mejor y otras peor, "volando hasta la buhardilla, / llorando por los rincones, / bajando a la alcantarilla, / acariciando balones, / infartando en la ribera, / del Manzanares los corazones". Siempre tuvo este equipo una afición incomparable y hasta un "sabio de Hortaleza", don Luis el "zapatones".

"Para entender lo que pasa / hay que haber llorado dentro / del Calderón, que es mi casa, / o del Metropolitano, / donde lloraba mi abuelo / con mi papá de la mano". Así explicaba Sabina cantando esa afición inexplicable, la que se siente atlética y anima en los escasos tiempos de gloria y, con la misma pasión, en las muchas ocasiones en que la suerte se tuerce, cuando los dioses del Olimpo deportivo le hacen la mala jugada de meterle un gol en el último minuto, seguramente por envidiar a Neptuno.

Esta temporada, el "cholismo" hizo que se codease de tú a tú con los equipos más grandes. Partido a partido, final a final. El tesón, la constancia y la batalla pueden dar la vuelta a cualquier situación; si se cree y se trabaja, se puede. Toda una filosofía machadiana de la vida, para superar las adversidades y no perder la confianza en el futuro. Nunca dejes de creer. Un excelso sentimiento.

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