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Concejal del PSOE en Avilés

Sí, cantamañanas

La actitud de Podemos en las instituciones

Es inquietante leer las críticas del concejal de Podemos en Avilés, Primitivo Abella, ante quienes asumen el compromiso vital de contribuir con su trabajo y esfuerzo a la transformación de la sociedad y a la mejora de la calidad de vida de sus conciudadanos.

Sorprenden las críticas del señor Abella a la participación política de quienes representamos a la ciudadanía desde las administraciones públicas. Especialmente, comprobar cómo alaba la labor reivindicativa de quienes ejercen, durante toda una vida, el activismo político en la calle, pero critica a quien ejerce la actividad política desde las instituciones, que es desde donde realmente se puede transformar la realidad en la que vivimos. Porque el mundo se cambia legislando, ejerciendo el mandato político otorgado por la ciudadanía desde las administraciones.

Afortunadamente, hay personas dispuestas a dedicar su capacidad y los mejores años de su vida a la acción política. Las palabras del señor Abella evidencian la concepción que tienen de la política precisamente quienes persiguen servirse de la misma. Quien entiende de esa forma la actividad política lo mejor que puede hacer, por el bien de la ciudad, es renunciar a su condición de represente ciudadano de forma inmediata. Que no le dedique ni media hora más.

Es duro comprobar lo que para el señor Abella significa ser concejal de Avilés. Miedo debería darnos saber que una persona con su forma de pensar está asumiendo esta responsabilidad política en nuestro Ayuntamiento.

Las afirmaciones del señor Abella responden a una estrategia medida y planificada por Podemos, consistente en la degradación de la política que se ejerce desde las instituciones como ámbito de representación de la soberanía. Su actitud refleja un afán purificador que huele a peronismo, y que se resume en esa concepción de que sólo aquellos que piensan como yo tienen el derecho a representar a los demás. Ésas son las bases sobre las que Podemos pretende construir el nuevo régimen, arremetiendo contra un principio básico de la democracia.

Pero es la sociedad, proceso tras proceso electoral, la que reconoce a aquellas personas que ejercen esa representatividad de acuerdo al interés general y castiga a quienes actúan siguiendo otros intereses. Ésa es la grandeza de la democracia.

Su ataque a la representatividad se suma a la consigna de Podemos de minusvalorar la labor que ejercen los representantes ciudadanos. Y que se evidencia en su negativa de equiparar el nivel salarial de los políticos al de los trabajadores de la administración. Una actitud que nos recuerda aquel viejo ideal conservador de que sólo deben dedicarse a la política quienes tengan el futuro asegurado, y no quienes dependan de un salario para vivir.

La actitud populista de Podemos supone la renuncia a una conquista social esencial en la defensa de los trabajadores, por la cual, quienes dependemos de nuestra capacidad física o intelectual para poder vivir, además de poder ejercer el derecho al voto, debemos tener la posibilidad material de ser representantes ciudadanos.

Ésta es la nueva izquierda, siempre dispuesta a allanar el camino a la derecha.

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