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Concejal de Somos Avilés

La dignidad de la derrota

El resultado electoral visto desde la óptica de quien está acostumbrado a perder

Me dicen que no sabemos reconocer una derrota. Todo lo contrario. Vivimos en la derrota permanente, somos bisnietos, nietos e hijos de derrotados, así que no podíamos hacer otra cosa, teníamos que seguir la tradición familiar. No pudimos con la estafa bancaria, no impedimos la jubilación a los 67, no paramos la reforma del 135 de la Constitución, tampoco paramos la bajada de salarios ni salvamos a la sanidad de los recortes, nos comimos la reforma laboral y nos estamos comiendo la LOMCE. Pero, como diría Borges, "la derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce" y cada vez que se conseguía parar un desahucio o mitigar un plan de recorte lo festejábamos como la mayor de nuestras victorias. Somos como el Alcoyano, ese equipo de fútbol que festejaba con voladores los empates en casa.

Precisamente para romper ese derrotismo vital, cementerio de activistas, gritamos con toda nuestra fuerza ¡Sí se puede! y construimos sobre la consigna del cambio posible nuestra alternativa política. Ahora, vuelven los fantasmas que creíamos alejados y se instala otra vez la tristeza en los corazones. Las redes sociales se llenan de lamentos y desesperanzas, deserciones de la especie humana y apostasías de todo tipo. Es el momento de la terapia pero en muy poco tenemos que pasar a otra fase y en vez de maldecir el lugar en el que caímos, comenzar a buscar aquello que nos hizo resbalar.

Un trabajador de Duro Felguera me dijo en una ocasión, "discutimos porque nadamos contra corriente". Muchos nadadores abandonan en cuanto el agua se pone un poco brava, otros lo hacen porque tienen su propia propuesta de remonte y no están conformes con algún detalle de la estrategia oficial.

Una fracción importante de nuestra gente es tan ajena a la conciencia colectiva, está tan alejada de la democracia formal o tan frustrada con las instituciones y con los políticos que no se fía ni de nosotros. En Pozuelo, el municipio más rico de España, votó el 82 por ciento de los electores; en Puerto Serrano, el más pobre, votó el 56 por ciento.

De diciembre a junio, la abstención aumentó más en donde ya era alta, en donde más apoyo teníamos. Creció mucho en Figaredo, en La Calzada o en La Luz y muy poco o nada en Salinas, en Somió o en Miranda. Antes de la hora de comer, la participación era la misma que la de diciembre y a la tarde se produjo la caída. Digamos que cuanto más cerca de la hora de cierre vamos a votar, menos confiamos en el voto como forma de cambiar nuestra realidad. En mi colegio electoral hubo cola de votos en sobre cerrado a la hora de la misa y de tarde vi a una pareja coger la papeleta de Unidos Podemos a las 19.59 horas y meterla en la urna mientras sonaban las ocho en el campanario de la iglesia.

Discutimos sobre la confluencia, el programa, el sindicalismo, los movimientos sociales, la lucha internacional, la historia, el carácter del partido, la táctica y la estrategia, el qué hacer, siempre el qué hacer. A otros les basta la inercia, la inercia gana, la inercia es no hacer nada, como dijo Ken en la campaña, "nos bastan cuatro letras" y cuatro ideas que se resumen en cuatro palabras, "nosotros también somos inercia".

Como caemos mucho, sabemos levantarnos; eso se nos da bien. Seguimos caminando y recuperando la moral. Poco a poco pero pronto, que no nos podemos permitir la depresión. Ahora vendrán las consecuencias de nuestro fracaso y de nada servirá pedir cuentas y escupir que aquel día que pudimos cambiar la historia tú preferiste ir a la playa. Eso ya no se puede cambiar, el futuro sí. Como dijo Pedro Pico a Pico Vena: "Derrota tras derrota hasta la victoria final".

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