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Los pactos

Las elecciones cíclicas y la desazón que causa a los políticos españoles negociar coaliciones de Gobierno

Parece que se está consolidando una nueva costumbre. Por ahora ya van dos veces que se ha producido. De momento todo indica que puede repetirse una tercera vez y, puestos a ello, quién sabe cuántas más. La frecuencia semestral se muestra propicia para constituir un sistema cíclico que cree un hábito social. Además coincide con los solsticios, en los que desde siempre se han realizado diversas celebraciones y rituales de gran raigambre. Esta de celebrar elecciones semestrales puede ser una más, como las pagas extras que puso Franco y que ni la Transición ni la democracia pudo con ellas, que ahí siguen tan ricamente y que tanto gusto da cobrarlas.

Tuvimos unas elecciones en diciembre, que pueden llegar a formar parte de los ritos navideños, como la lotería. Recientemente, otra cita electoral nos abrió el camino de las merecidas vacaciones veraniegas, junto con las hogueras de San Juan. "Noche de San Juan querida, / dormirasla con cuidado", dice el estribillo de la danza prima. Muy bien dormida fue porque, en esta segunda versión de las votaciones, la cosa quedó bastante parecida a la de diciembre, salvo por el pequeño detalle de que el PP, con el que nadie quería pactar, mejoró su resultado y los demás empeoraron. Ningún partido consiguió mayoría absoluta ni se acercó a ella, así que puede que nos veamos de nuevo en diciembre con las urnas bajo la cantinela de los niños de San Ildefonso: veintitrés mil ochocientos cuarenta y siete; mil euros.

Aquí estábamos acostumbrados a que el asunto se decidiera entre dos. Así era fácil formar Gobierno. Si faltaban algunos pocos votos, se acudía a los partidos nacionalistas de derechas, que se los prestaban a cambio de alguna propina más que sustanciosa y listo. Esto ya no vale, porque ahora hay cuatro, además de los periféricos pedigüeños. Ahora es necesario negociar, acordar y pactar, porque en otro caso estaremos abocados a continuar la rueda de repetir las elecciones semestralmente que, por lo que se ha visto, tampoco nos ha ido tan mal.

Todos tienen terror pánico a participar en un Gobierno de coalición. Piensan que los méritos de los éxitos se los llevará el partido mayoritario de esa fórmula, que se culpará de los fracasos a todos los coaligados por igual y que se deja todo el espacio de la oposición para que se luzcan los que han quedado fuera de la gobernación.

En este sentido, el PSOE siempre pone como ejemplo la desastrosa ventura del PASOK griego, que prácticamente ha desaparecido tras apoyar en el gobierno a la derecha de Nueva Democracia. Curiosamente, jamás mencionan el caso del SPD alemán cuando formó la primera "grosse Koalition" con la Democracia Cristiana, en cuyo gobierno entró como vicecanciller el socialista Willy Brandt, a pesar de que el canciller era ni más ni menos que Kurt Kiesinger, que era tan de derechas que hasta había sido miembro del partido nazi. Mire usted por dónde, Willy Brandt ganó las siguientes elecciones. No me diga nada más; comprendo, comprendo perfectamente que en el socialismo español no hay nadie comparable con ese genio alemán de la política, que supo superar a la "Ausserparlamentarische Opposition", que era una especie de Podemos teutónico de entonces.

Tal vez no estaría de más que los partidos españoles preguntaran por ahí cómo hacen en otros sitios donde nunca ha habido mayorías absolutas, como en Bélgica, Holanda, Israel o Italia. Giulio Andreotti fue también un monstruo de la política italiana y dejó para la posterioridad una frase donde se resume la razón para hacer pactos y formar coaliciones: "El Gobierno desgasta, pero desgasta más la oposición".

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