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Escritor

Lo híbrido y la política

La ciencia tiene desde hace años la explicación del fracaso del experimento de Unidos Podemos

A igual que ustedes, sabía que hay híbridos vegetales, híbridos animales y, desde hace poco, también automóviles, pero estaba expectante por ver si lo hibrido triunfaba en la política. Dos partidos, Podemos e Izquierda Unida, habían creado un híbrido y las encuestas vaticinaban que el resultado sería espectacular. Lo cual, de confirmarse, hubiera supuesto una alteración de la ley natural pues, según la ciencia, cuando se cruzan dos especies diferentes, del mismo género, la especie nueva siempre resulta estéril.

Y, así resultó. Es decir, se cumplió lo que dice la ciencia. De modo que Pablo Iglesias tiene poco que discurrir para explicar el fracaso. Debería saber que lo híbrido supone un riesgo, pues una cosa son las intenciones y otra el resultado. La cercanía genética no garantiza el éxito. Ahí tienen lo que ocurre con el burro y el caballo. El cruce de estas dos especies se puede hacer sin problemas, la secuencia de los genes tiene una similitud del 98 por ciento, pero el híbrido que resulta no es, precisamente, un prodigio. Dependiendo de quien haga de macho, puede salir un mulo o un burdégano.

El ejemplo no esconde ninguna doble intención. Recurro al burro y al caballo para hablarles de dos personajes históricos que tuvieron una querencia especial por lo híbrido, aunque se cuidaron de llevarlo a la política. Me refiero a George Washington y Stalin. Los dos lo intentaron, solo que Washington, quizá por ser de derechas, fue menos ambicioso.

George Washington, además de ser el padre de los Estados Unidos, era muy aficionado a la agricultura, a cultivar marihuana y a experimentar con lo híbrido. Afición que lo llevó a que se le metiera entre ceja y ceja cruzar yeguas americanas con burros españoles. Estaba obsesionado con esa idea, pero se encontró con que el gobierno español había prohibido, no me pregunten por qué, que nuestros burros salieran al extranjero. De todas maneras, tanta fue su insistencia que el Rey de España, Carlos III, le regaló dos burros machos y dos hembras, que fueron embarcados en Bilbao y llegaron a Gloucester, Massachusetts, el 26 de octubre de 1785. Aquellos burros dieron lugar a una dinastía americana de mulos que, a principios del siglo XX, alcanzó la increíble cifra de seis millones.

El caso de Stalin fue diferente. Stalin encargó al científico ruso Ivanovich Ivanov que consiguiera un híbrido de humano y chimpancé. Un "humancé", comodieron en llamarlo. Pero Ivanov fracasó. Lo intentó luego con un humano y un orangután y volvió a fracasar, lo que supuso que Stalin lo deportara a Kazajstán.

Se desconoce cuáles eran las intenciones de Stalin con aquello de crear un híbrido de humano y mono animal. Las malas lenguas aseguran que pretendía una nueva raza que fuera feroz en la guerra y obediente en la paz. Otra teoría (igualmente infundada), sostiene que la intención era mostrar los avances de la biología soviética y fastidiar a los católicos occidentales; especialmente al Papa.

Con lo híbrido hay que tener cuidado. Pablo Iglesias no sé si conocerá estas historias pero no le hubiera venido mal conocer el estudio de Raquel Godinho sobre la hibridación. Es muy esclarecedor. No tanto por lo que se refiere al burro y el caballo, sino al cruce de otras especies como el perro y el lobo. Que son fáciles de cruzar, pero el ejemplar resultante no sirve para mascota porque es indomesticable.

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