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La Venezuela de Rajoy

Reflexiones tras un inicio de verano lleno de política y fútbol

Hace apenas unos días, un compañero de "El País", Juan Cruz, escribía una columna titulada: "¿Y por qué no debemos hablar en Venezuela?", de la que rescataré apenas unas líneas: "En la imperiosa España de las modas se está imponiendo ahora que hablar de Venezuela no es lo que debemos hacer, porque hay cosas más graves en este país". Así empieza la columna.

A ver cómo les explico, queridos lectores. Para mí el mes de junio fue una fecha delicada, estuve sensible: empezaron la Copa América, el verano y, no menos importante, las finales de la NBA; esta vez se la llevó LeBron. Bien, como sabrán entender, tengo el sueño cambiado por las zonas horarias y me cuesta mucho más que de costumbre entender la realidad. Con este panorama, nuestro colega de profesión, Juan Cruz, me dice: ¿Y por qué no debemos hablar en Venezuela? Yo que pensaba que estábamos todo el tiempo hablando de Venezuela: en la tele, Venezuela para aquí, dictadura para allá; en el supermercado: fíjate qué barato es el papel higiénico comparado con Venezuela; en la panadería, que hace dos semanas se les apareció la cara de Pablo Iglesias besándose con la esposa de Maduro en una baguette recién horneada; y ya cansado de tanta Venezuela uno se va al refugio castellano por antonomasia, el bar, y escucha: "Ron Havana con cola". ¡Ya está bien, que si no es Venezuela es Cuba! Todo el día hablando de países con sol y aquí es verano y con nubes. En fin.

Y yo que soy siempre amigo de mis amigos, pienso: Juan Cruz escribe en un periódico al igual que yo. Por lo tanto, tendré que apoyarlo y escribir sobre Venezuela. Y así me pasé horas y horas. Me serví un cubalibre (con ron venezolano), puse una buena salsa de fondo y a ver la televisión.

Por cierto, no sé si se habrán dado cuenta, pero el único debate donde concurrieron las cuatro opciones a gobernar en la pasada campaña electoral coincidió el mismo día en que España hacía su aparición en la Eurocopa. Desde luego, una coincidencia típica de república caribeña.

Bien, ahora se viene el párrafo dedicado a críticas y conclusiones. La primera en forma de pregunta con opción múltiple. Rajoy es: 1. Un dinosaurio, 2. Un boludo, 3. Todas son correctas. Rajoy elige la fecha de un partido de España para el único debate al que asistirá con todos sus contendientes políticos sin darse cuenta de las dudas que caerán sobre él por dicha decisión. Después de ver el debate, mi pensamiento corre hacia una analogía político-deportiva: hace años que me pregunto por qué los organizadores de la Fifa no hacen un torneo atractivo y millonario con las únicas cuatro selecciones que suelen jugar al fútbol (en serio), es decir, Argentina, Brasil, Alemania y España. Con una especie de play-off eliminatorio entre estas cuatro súper potencias del fútbol nos ahorrarían a los espectadores la aburrida encomienda de ver partidos donde uno de los dos contendientes se dedica solamente a no jugar y, sobretodo, a no dejar jugar, una especie de ilusión futbolística.

Lo mismo pienso del PSOE y Ciudadanos. Para qué existe un lado B si ya tenemos a los originales en versión derecha e izquierda. En fin, tonterías que se me ocurren.

Bueno, para concluir tengo que serles sincero. Yo soy amigo de mis amigos, pero todo tiene un límite. En el cierre de la columna, mi colega Juan Cruz cita un fragmento del maestro Julio Cortázar y luego dice: "Hay precedentes ilustres de esta tentación de silenciar la crítica de lo que no nos gusta de lo que hacen los nuestros".

Y yo me pregunto, querido colega: ¿cuántas miserias del país donde vives habremos silenciado o peor aún, maquillado?, ¿cuántos niños y niñas ahogadas en las costas donde luego paseamos a nuestros hijos, a nuestras hijas?, ¿cuántas violaciones a los derechos humanos en las fronteras?, ¿cuántas alambradas con cuchillas en Ceuta y Melilla?, ¿cuántos desahucios declarados ilegales por Europa, fueron perpetuados con el beneplácito de la Venezuela de Rajoy?

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