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El Avilés que cerró

Reflexión sobre la crisis que atraviesa el comercio, con un buen número de locales desaparecidos

Harto de escribir de lo mismo, de que después de ocho meses aún estemos a vueltas con la formación de gobierno, había decidido aparcar el tema político, por lo menos, hasta septiembre. Y, en esas estaba mientras tomaba una caña en una terraza de El Parche. Estaba en lo mío, buscando un motivo para escribir este folio y medio que aparece los lunes, cuando caí en la cuenta de que justo enfrente, donde ahora venden montaditos que anuncian en número de cien, había una tienda que vendía calderos de plástico, regaderas, rastrillos, flotadores, juguetes, pinzas de la ropa y cualquier cosa de las que, luego, vendieron las tiendas de revoltijo a un euro y acabaron vendiendo los chinos. Se llamaba Precios Únicos y era única no sé si en los precios pero en todo lo demás seguro.

El recuerdo de aquella tienda me llevó a reflexionar sobre qué queda de aquel Avilés, pues las ciudades, además de los sitios donde vivimos, también son memoria. Están hechas de todas las cosas que recordamos, de nuestros recuerdos de la infancia, la adolescencia o, incluso, de la edad adulta. Llámenme sentimental, nostálgico o, simplemente, inculto pero, para mí, las tiendas y los establecimientos antiguos tienen tanta importancia como los monumentos. Pienso que forman parte de la identidad de nuestras ciudades e incluso de nosotros mismos. Además, y por si fuera poco, son un símbolo de resistencia contra esa uniformidad mediocre que todo lo invade y nos ha llevado a que la calle principal de Jerez de la Frontera, o cualquier ciudad de España, tenga los mismos comercios que nuestra calle de La Cámara.

Vaya usted al sitio que vaya se encontrará con las mismas tiendas de ropa, las mismas ópticas, perfumerías, zapaterías y hasta los mismos quioscos de chuches. ¿Que ha sido de aquella esencia local? De aquellas tiendas, bares y comercios, con décadas de historia, que nos distinguían de cualquier otro sitio y hacían que fuéramos únicos.

Todo aquello ha ido desapareciendo y, en el mejor de los casos, su desaparición se ha saldado con una breve reseña, en las páginas del periódico local, en la que se daría cuenta de los motivos que propiciaron el cierre, pero dudo que se abordaran las consecuencias de su desaparición por lo que se refiere a la imagen de la ciudad.

Algunos de ustedes, no sé si pocos o muchos, tal vez recuerdan como era Precios Únicos, La Parisién, El Modelo, La Esperanza, Los Álvarez, Verano, el Bar Busto, El Colón, Toldao, Galé, Los Castros, Almacenes Pi, el Marta, el Florida? Yo lo recuerdo. Tengo en la memoria un lugar específico donde guardo, como un tesoro, aquel Avilés que digo. Un Avilés por el que sigo paseando entre la añoranza y el extrañamiento.

Hace no recuerdo cuanto, imagino que poco, el portavoz de la Unión de Comerciantes de Avilés y Comarca, decía, en una entrevista, que desde el comienzo de la crisis, en 2007, Avilés había perdido 700 establecimientos. Me parecieron demasiados, pero luego fui sumando? Y quien sabe. La suma apabulla y si le añadimos los cambios en las calles, las aceras, los parques y los jardines, nos pone al día de aquel Avilés que se fue. Habrá quien opine que se fue para bien. No digo nada. Cuando uno despierta puede elegir la ropa pero no el paisaje con el que se viste su ciudad.

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