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In memóriam

El autor repasa la amistosa relación que mantuvo en vida con Marisé del Río

Tras una penosa y larga enfermedad, mi amiga Marisé dejó este valle de lágrimas y experiencias hacia la gracia: su viaje hacia la eternidad ha comenzado. Son muchas las cosas buenas y nobles que podría decir sobre ella. Ayudó cuanto pudo, sin pedir nada a cambio. Como presidenta de la asociación protectora de animales La Paz, cientos de perros, a los que quería como si fueran sus hijos, encontraron en su benevolencia el cariño y la protección que merecían: daba su vida por los animales abandonados y maltratados. Su sensibilidad también iba dirigida a los mayores y enfermos, a quienes quería en grado sumo. Mimó a sus padres hasta el final. Cualquier causa que mereciera la pena y que estuviera de su mano rápidamente la atendía.

Cuando varios lamas vinieron a mi programa de televisión y organizaron ciertas actividades insólitas en Avilés, allí estuvo ella ayudando desinteresadamente; cuando el famoso escritor Paulo Coelho estuvo en la ciudad, disfrutó como una niña en su compañía. Era una persona muy agradecida, llena de vitalidad, entusiasmo, con tremendas iniciativas, le sobraba vida y esperanza.

Cuando su padre enfermó de cáncer nunca olvidó que debido a mis consejos sobre el aceite de ricino y mis recomendaciones sobre la aplicación de zumos y cataplasmas de zanahoria, su progenitor encontró un gran alivio y una tremenda mejoría; ese hecho fue el inicio y la consagración de una amistad sana y verdadera. Estuvimos muy unidos, tuvimos la suerte de experimentar en nuestras propias carnes el aire dulce de la cercanía y el respeto cariñoso. Siempre que iba a mi despacho jamás hablábamos de cuestiones legales; otros temas más importantes y decisivos ocupaban nuestro tiempo: la espiritualidad, el karma, el destino, la reencarnación, la salud, la meditación, la vida más allá de la vida... Cuando la llevé a mi programa en Teleaviles quedó asustada de tanta gente como la felicitó. Ese hecho siempre estuvo en su recuerdo. Me tenía en muy alta estima.

En pocas ocasiones he visto al adverso sino cegarse con alguien en tan poco tiempo. Cuando Marisé me miraba con sus ojos tristes en las horas finales, su mirada me hablaba de los buenos recuerdos y de lo bien que estaba conmigo. No es necesario hablar para pronunciar palabras maravillosas. Después de ser víctima del desgraciado ataque en su domicilio que todos conocemos no leía, no escribía a pesar de tanto como le gustaba la cultura. Los médicos pueden diagnosticar lo que quieran, pero la angustia, la tristeza y la soledad de verse como se vio acabaron con su vida. Cada vez que nos veíamos, estando bastante enferma, experimentaba una alegría infinita, como si viera a su ángel de la guarda. Un día, cuando le llevaba a la habitación en la silla de ruedas, se acercó a su mesita de noche, abrió un cajón y me enseñó el sobre que contenía; en lo más íntimo y modesto de su patrimonio guardaba, como oro en paño, varias fotos mías con los lamas del Tíbet. Me emociono cada vez que lo recuerdo.

Cuando pienso en lo feliz que era y lo desgraciada que fue, se me vienen a la mente infinidad de elucubraciones y meditaciones metafísicas que sólo una fe muy grande puede calmar. ¿Por qué la vida se ceba con quienes hacen el bien? ¿Por qué Dios escribe derecho con renglones torcidos? ¿Por qué la mayoría de los que viven de espaldas a la verdad, el camino y la vida cumplen sus metas y no les pasa nada malo? Aunque mi corazón y mis experiencias internas conocen la respuesta, gracias a la meditación y la oración diarias, a veces es duro aceptar lo inaceptable en medio de una sociedad enferma de opulencia, dinero y poder.

Querida Marisé: sé que desde el cielo seguirás ayudando a todos los que has querido, incluso a quien atentó contra ti, porque hay que hacer bien nunca deja de hacerlo, aunque le vaya la vida en ello, nadie lo entienda y quede solo en el universo. Ha sido un regalo de Dios haberte conocido y querido. Gracias a ti he aprendido muchas cosas, has sido un ejemplo a seguir. Sólo deseo que descanses tu alma en paz y vivas feliz por lo siglos de los siglos en la eternidad de la luz. ¡Hasta siempre, querida amiga!

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