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Más de cien años de Paz

La historia de Paz González, una mujer que luchó por una España en libertad

Hace un año, Paz González González cumplía cien, cien años de Paz. Podemos pensar que fue afortunada por llegar a esa edad, sin embargo, la vida de esta mujer, que falleció en Madrid el pasado mes de julio, no fue nada fácil y es necesario que sea recordada porque es parte de la historia de las mujeres de este país y también es parte de la historia de quienes lucharon por la libertad.

Este verano, se cumplen ochenta años del comienzo de la Guerra Civil Española, una guerra que no "estalló", como dicen algunos, sino que se desencadenó como consecuencia de un golpe de estado contra un gobierno democráticamente constituido, el gobierno de la Segunda República. Las palabras elegidas para contar qué sucedió son más importantes de lo que puede parecer, porque las palabras construyen el relato y el relato pervive en la memoria colectiva. Ochenta años después, las heridas que provocó aquella guerra aún no se han podido cerrar.

El año pasado, gracias a la propuesta del periodista Chéfor Rad, comprometido desde su juventud en los últimos años del franquismo con la defensa de las libertades, tuvimos la suerte de poder ver en nuestra ciudad la representación de la obra teatral "Granos de uva en el paladar", con la dramaturgia y la dirección de Susana Hornos y Zaida Rico. El tema de "Granos de uva en el paladar" es, sin duda, uno de los asuntos más delicados que nuestra sociedad tiene que abordar: la Memoria Histórica. En la obra, las actrices contaban la historia de muchos años de silencio. Mientras los relatos sobre la República, la Guerra Civil y la represión se sucedían, en el escenario había un personaje que permanecía inmóvil, tumbado sobre el suelo. Supimos que era uno de esos jóvenes, que duermen desde hace décadas en las cunetas, cuando al final se levantó y llorando preguntó a sus familiares: "Pero, ¿por qué no me buscasteis? ¡Estaba ahí! ¡Siempre he estado ahí!...". Con sus palabras, este grupo de actrices ayudaba a curar una herida y, al mismo tiempo, a cerrarla; una herida profunda y dolorosa que lleva demasiado tiempo abierta. Dicen que hay que pasar página. Puede ser, pero las páginas no deben estar en blanco, sino escritas por todas las voces.

Por todo ello, para construir memoria, creo que es importante recordar quién fue Paz González González. Nos conocimos hace diez años en la histórica cafetería Germán, donde ella siempre fue llamada doña Paz. Nuestro primer encuentro fue gracias a Nelly Fernández Arias, otra gran mujer cuya biografía merece ser contada. Allí, entre café y café, aprendí a entender qué sucedió en los años más oscuros de nuestra historia. Paz nace en el Concejo de Onís en 1915, pero pronto llega a la comarca avilesina, ya que su padre, Francisco, viene a trabajar como secretario de Juzgado. Decidió inscribirse en 1932 en las Juventudes Socialistas; siendo apenas una adolescente de 17 años: "Nos reuníamos en Cancienes, donde el edificio de la Lechera. Éramos bastantes mujeres. Recuerdo que una vez vino Purificación Tomás a dar una charla para nosotras". Al comenzar la Guerra, Paz se compromete con la defensa de la República: "Yo debía ir para la oficina para escribir a máquina las relaciones del ganado que se llevaba al frente para consumo de los milicianos. Además de la oficina también se cosía la ropa". Tras la victoria de las tropas franquistas en Asturias, Paz se ve obligada a esconderse. Su madre, Rosa, es llevada a la Quinta Pedregal y nunca más vuelve a verla. Su padre es detenido y fusilado en la cárcel de El Coto. De este modo, se queda huérfana en mitad de una Asturias desolada. Al terminar la Guerra, conoce a quien sería su marido, José Lafuente. Juntos emprenden el camino hacia el exilio y establecen su residencia en Toulouse. Allí, Paz le propone a Barreiros hacer de enlace entre el exilio y el interior. "A José Barreiros le pareció bien. Él era quien me daba el dinero para los presos políticos españoles y también las cartas y los documentos (...). Fui muchas veces de enlace, cuántas veces crucé la frontera", dice. Sus hijos, Paco y Eduardo, sentían el mismo compromiso que su madre y colaboraban con ella entregando el dinero que traía de Francia.

La valentía que Paz González demuestra en esta época la seguirá demostrando al regresar a España definitivamente, a principios de los años setenta. Comienza entonces a colaborar de manera clandestina en la reorganización del Partido Socialista en Avilés, ofreciendo como lugar de reunión su propia casa. Allí, se dan cita, entre otros, Nelly Fernández, Ángeles Pascual, Santiago Rodríguez Vega, Marcelo García, Álvaro Álvarez o el joven Chéfor Rad, a quien antes aludía.

Durante los últimos años, Paz vivió rodeada del cariño de su familia, que la cuidó hasta el final. Que el recuerdo de su lucha por la libertad sirva para ayudarnos construir una historia compartida en la que cada vez haya menos silencio, que podamos empezar a cerrar las heridas y que dejemos de ser, como decía León Felipe, el poeta del éxodo y del llanto, "un caballo sin memoria".

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