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Escritor

La Exposición

De los usos dados a la zona antiguamente conocida como El Retiro desde 1931 hasta hoy

No hay escozor en los ojos cuando uno pasea por Las Meanas la víspera de San Agustín. Hay asombro de sueños y rebelión de que todo vaya siendo un recuerdo. Un rastro emocional que solo puede seguir uno mismo. Algo tan personal como un suspiro imprevisto. Por eso, estuve dudando si debía contarles que este sábado,se me ocurrió que La Exposición es un lugar que parece inventado. Adivino el gesto y, aun así, insisto que podría figurar en la "Guía de lugares imaginarios". Ese compendio de lugares de ficción que los escritores lograron hacernos creer que existían de verdad.

Por supuesto que La Exposición no es Macondo. Lo sé, pero, a tenor de lo que concita, parece irreal. Todo empezó el verano de 1931, cuando el alcalde David Arias inauguró un pabellón para albergar la Exposición de Ganados e Industrias Agropecuarias.

A partir de esa fecha, lo que era el final de una zona arbolada, que llamaban El Retiro, fue bautizado como La Exposición. Y, no crean que se conformó con albergar la exposición anual de ganado. Con el tiempo, se ofreció para más cosas y sirvió para casi todo. Incluso, con un tabique de por medio, al otro lado de donde estaban las vacas y, en menor medida, las gallinas, los conejos y los cerdos, acondicionaron una pista de baile, que también llamaron La Exposición. Una especie de discoteca donde la juventud avilesina, allá por los años setenta, exponía su palmito, en busca del amor de su vida. Los chicos con pantalones campana, y las chicas en minifalda, bailaban bajo una bola de cristal multicolor que no dejaba de girar mientras los conjuntos músico vocales -que así se llamaban entonces- atronaban el local impidiendo que se oyeran los mugidos de las vacas.

Ya me dirán si no parece irreal que, separados apenas por unos metros, los padres y los abuelos disfrutaran viendo el ganado y los jóvenes con lo suyo. Lo dejo así porque si entonces no hubo malentendidos imagino que ahora tampoco.

Por aquel tiempo todo estaba en La Exposición: las vacas, los tractores, las verbenas de pago, los bailes discotequeros, la Atlética y el baloncesto, los combates de lucha libre y boxeo, las jornadas de teatro y hasta los mítines políticos. Pero llegaron los años ochenta y las vacas se fueron al pabellón de La Magdalena, los jóvenes a las discotecas, el boxeo acabó casi por desparecer, el baloncesto buscó un sitio mejor y los mítines tenían tan poca demanda que podían celebrarse en un bar. Luego llegó la piqueta, derribaron lo que había y quedó el solar. La Exposición desapareció. De lo que fuera en 1931 no quedó nada, solo quedó la magia de un lugar que parece de ficción.

La magia que, digo, fue la que hizo que resucitara para ser, de nuevo, punto de diversión y encuentro. Ahí está, con su zona de juegos infantiles, sus verbenas y sus conciertos. Para allí se han llevado el Festival Intercéltico y la Fiesta de la Cerveza, sin olvidar que alguna Navidad instalan una pista de hielo.

La Exposición es un lugar al que uno vuelve obsesivamente, tal vez porque lo fue todo para varias generaciones de avilesinos. De aquello que fue no queda nada, pero el lugar sigue ahí. Ahí sigue, por más que volvamos para despedirnos sin darnos cuenta de que no se quiere ir.

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