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El falso progreso

Análisis del vacío que asuela a la sociedad

El falso progreso consiste en hacernos creer que todo va bien, que los tiempos modernos son la quintaesencia de la evolución y que el futuro que nos espera, gracias a la tecnología y la informática, será la panacea de todos nuestros males y remedios. Esta visión fácil y engañosa de la realidad olvida que cada día hay más enfermos, se construyen más hospitales y clínicas para ancianos solitarios, la depresión aumenta, las angustias se disparan, pocos están conformes con su destino y las enfermedades degenerativas se tornan imparables a un ritmo vertiginoso, siendo un enigma, cuando no un desafío imposible para los más avanzados estudios científicos.

¿Por qué el ser humano, cuanto más tiene, más agresivo y orgulloso se torna? ¿Por qué existe, dentro del corazón, esa tendencia innata a aparentar lo que no se es y a querer hacer de menos a los que no están a la altura deseada? Mientras la caridad no suba enteros no existe avance alguno en el mundo. Mientras haya seres que sufran sus miserias morales, sean víctimas de sí mismos, el fruto de un fuerte desengaño, la humanidad entera no prosperará, aunque vaya teñida del color de los grandes capitales y el sabor de las agridulces propiedades. El que es feliz poco tiene: se tiene a sí mismo y eso le basta. El mayor progreso que se puede concebir es una vida tranquila, armoniosa, suave como la sonrisa de un niño, ajena por completo a los avatares del mundanal ruido y el tráfago bullicioso. Nada es tan difícil de soportar como contemplar un paisaje desolador, exento de belleza o escuchar una profana conversación donde lo único razonable que se oye son palabras a medio hacer, frases mal construidas y disparates inconsecuentes de trascendencia vacía: se confunde el falso progreso con las modas ocasionales, las aspiraciones terrenales, los caprichos inmobiliarios y las costumbres libidinosas.

No me gusta un mundo donde el esplendor y la gloria consisten en culminar una realidad donde la decencia pasa desapercibida, se impone la mediocridad absoluta, las televisiones basura dictan su ley y el espacio que necesita el alma para completar su purificación es llenado por cientos de eventos deportivos, de aburrida estancia, creados ex profeso para narcotizar las conciencias, ya demasiado dormidas, de futuros aspirantes a la libertad.

Qué pena siento cuando observo, a mi derredor, personas que se conforman con cualquier cosa. Son manipulados sin darse cuenta, son teledirigidos sin saber hacia dónde van. Los tiempos modernos de la última hora están concebidos para llevar al hombre que porta sangre divina por senderos contrarios a su verdadero avance interior. Sin Dios nada está escrito, las palabras que se dicen suenan a peor. La pasión por el vicio, el apego a lo material y el amor por el dinero se han adueñado de una buena parte de la realidad: pocos creen las verdades supremas que sus sentidos les impiden ver. El cielo se retira cuando el ser humano se trastorna por completo. Lo malo no es la oscuridad, es negarse a ver la luz; lo peor no es ser esclavo de un sistema que domina el espíritu y niega la inteligencia, sino creerse libre y amo en una ciudad esclavizada. Cuando por el dinero se cometen las más viles travesuras, condenando a la familia y los amigos, se demoniza el espacio dedicado a la elevación. ¡Veo tanto progreso a mi alrededor que tengo miedo morir de hambre de luz! ¿Es progreso que desde hace casi un año los políticos nacionales todavía no hayan sido capaces de cumplir con su misión, dando gobernabilidad al Estado, haciendo un ridículo sin parangón en la historia reciente? Si se les quitara el sueldo o se les cesara de inmediato, por no estar a la altura de las circunstancias, se haría un buen servicio público a los ciudadanos. Seguro que entonces no habría ninguna necesidad de tanta tomadura de pelo como nos están ofreciendo: el dinero hace bailar a los perros, como dice un conocido mío que está a tratamiento psiquiátrico.

No se puede vivir sin un sentido interior, sin estar rodeado de belleza, sin el contacto con la madre Naturaleza y sin el cultivo del alma para que regrese a su patria definitiva. Si seguimos el curso dictado por el progreso moderno terminaremos llenos de enfermedades anticipadas, locos por dentro, rebosantes de furia, impotentes ante las mentiras que nos cuentan y al final, cuando llegue el día de la última hora, sentiremos el gran vacío de saber que nuestra vida habrá sido en vano.

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