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Ventanal

Crisis existencial

Sobre los retos de la Unión Europea

En vísperas de celebrase el 60 aniversario de la firma de los Tratados de Roma (1957) que representan la carta fundacional de la UE, el actual presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, se ha dirigido al Parlamento europeo reunido en Estrasburgo, manifestando que la UE vive una "crisis existencial", de la que solamente se saldrá con más unidad entre los Estados.

Aquella CEE de seis miembros hace tiempo que se amplio hasta 28 habiendo comenzado las bajas, con la anunciada del Reino Unido, y la amenaza de otras disidencias si continúan ganando posiciones los euroescépticos junto a los eurófobos procedentes del populismo y de los nacionalismos.

A las palabras de Juncker han seguido manifestaciones similares de los dos grandes líderes que todavía sujetan la urdimbre de la UE. En la cumbre de Bratislava con todos los miembros, tanto Hollande como Merkel, han escenificado un propósito común de hacer frente a la crisis de supervivencia de la Unión, insistiendo en la necesidad de dedicar mayor atención al beneficio del ciudadano europeo, dejando a un lado los planteamientos formalistas que solamente inciden en las estructuras burocráticas. Antes que perder esfuerzos en controversias ideológicas hay que diseñar un calendario y hojas de ruta para devolver la adhesión al proyecto europeo desde una base ciudadana.

Está por ver si en la capital eslovena ha comenzado un nuevo periodo de redefinición de la UE, aprobando propuestas de carácter pragmático, como son: duplicar los fondos para inversiones hasta llegar a los 630.000 millones de euros en 2022; luchar contra el fraude y las ingenierías fiscales de las multinacionales; control estricto de fronteras; suprimir restricciones al mercado único digital y crear un cuerpo de solidaridad europea que reunirá a 120.000 jóvenes en 2020, dedicados a ayudar a refugiados y víctimas de catástrofes naturales, para lo cual se dedicarán los fondos necesarios para que funciones esta especie de "Erasmus de la solidaridad".

Estas propuestas del tándem Hollande-Merkel, están abiertas a nuevas aportaciones, han recalcado en las sesiones de Bratislava. Para los euroescépticos y la izquierda radical todas estas estrategias de nuevo cuño no son más que signos del desmoronamiento de la UE que se quiere contener con mayores recursos presupuestarios sin abordar problemas de fondo.

La falta de respuesta política para los sentimientos encontrados de la ciudadanía puede lastrar el despegue para remodelar la UE, que a pesar de todo sigue siendo la mayor garantía de los derechos fundamentales y el auténtico freno a los nacionalismos de izquierda y derecha que tantas tragedias llevaron a Europa.

Es preocupante que junto a propuestas válidas, la cumbre de Bratislava finalmente termine con declaración de intenciones pero sin el soporte de una hoja de compromisos asumidos por los 27 miembros y además se acuñe un nuevo término, "solidaridad flexible" que no encaja precisamente con tanta llamada a la unidad.

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