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Escritor

Días de tiza

Tal parece que fue ayer y ya pasaron cuarenta y muchos años. "Huelen a tiza y a esfera los primeros días de otoño. Y empieza a estar algo frío cuando vamos a la escuela. Ayer vinieron mis primos con los libros que me tocan, están casi como nuevos, con el nombre escrito a lápiz. Y una hermosa enciclopedia. Y me trajeron también unas botas que no ponen, dos pijamas y una trenca. Creo que las botas valen hasta para los domingos, que para el diario me arreglo con los chanclos y Chirucas, o con zapatillas solo, a no ser que llueva y llueva.

Dijo mi tía que tiene guardados cuatro jerséis, espero que no sean de esos de lana de la que pica o de los de cuello alto que te ahogan y te aprietan. Mi tía tiene un carácter que ojala muchos tuvieran. Jamás riñe ni da voces, pero te dice las cosas que no le gustan ni admite, a todos, sin miramientos, a mi padre, que es su hermano o a su madre, que es mi abuela. Y es siempre lo que ella es, es lo que quiere y desea. Tan pronto se hace mecánica como se vuelve frutera, que es su último trabajo, vendernos fruta y verduras y patatas de la zona, que para eso se compró una inmensa furgoneta.

Huelen a casa y a humo estas mañanas que escribo. Y en las prendas, como un cuño, llevamos todos impresos algún vaho de la cena. A pesar de la colonia y de ir siempre muy limpios (pues hay que andar limpios siempre por si un día pasa algo, por si un accidente, un médico? por si algo sucediera), en nuestra ropa, alojada, va la voz de la madera, van la intimidad del fuego y entrañables bocanadas de la cocina de leña.

¡Ay estos días primeros de levantarse tan pronto! ¡Cómo cuestan, qué pereza! No deberían acabarse las vacaciones jamás o que el domingo y el sábado duraran la vida entera. Pero dicen los mayores que está ahí la Navidad, que qué rápido va el mundo, que no hay tiempo para nada, que da miedo si lo piensas. Y a mí que me rinde un siglo. Lo que falta todavía y cuánto por estudiar: las capitales, los ríos, los reyes godos, y las etnias de la tierra. Tal parece que fue ayer. Ahora comprendo como ellos: qué prisa llevan las horas, qué vértigo reconocerlo y qué brevedad la nuestra.

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