En la hermosa Verona, donde colocamos nuestra escena, dos familias de igual nobleza, arrastradas por antiguos odios, se entregan a nuevas turbulencias, en que la sangre patricia mancha las patricias manos.

William Shakespeare

"Romeo y Julieta"

No, esto no es la hermosa Verona, ni las familias aquí representadas son nobles vástagos de esa villa. Esto es Bruselas, la ciudad donde buscó refugio Salah Abdeslam tras los atentados de París. Esto es Molenbeek, el barrio estigmatizado como el santuario del Yihadismo europeo y golpeado, como pocos lugares en nuestro continente, por los índices de paro y absentismo escolar. En estas calles no resuena la melódica voz de los juglares, sino los agresivos versos de Mekhlouf o La Rez. En la capital de Europa una nueva Europa está creciendo.

¿Cabe pues deducir que nada queda del clásico shakespeariano en la película de Adil El Arbi y Bilall Fallah? No lo crean así. Piensen en primer lugar en el conflicto existente, en la pieza de Shakespeare, entre los lazos familiares y el libre arbitrio de sus protagonistas. Una pugna entre el deber y el amor que seve más amplificada, si cabe, en en el film referido.

Sí, aquí no existe el nexo aglutinador del núcleo familiar de Montescos y Capuletos; son las bandas quienes ejercen el monopolio de la coerción ante la evanescencia del poder del Estado. Las normas impuestas por ellas son la única Constitución en la calle, la única real al menos, las que premian y castiganen función de la obediencia o el desacato.

Esto acerca a "Black" a otra adaptación del clásico, al musical de Arthur Laurents y Leonard Bernstein, "West Side Story", llevado a la gran pantalla en 1961 por Robert Wise. En uno de sus temas más conocidos, "Gee Officer Krupke", los pandilleros describen irónicamente su situación familiar para burlarse del estamento policial/judicial. Aquí, la actitud ante esa autoridad es exactamente la misma, cambien el swing neoyorquino por el rap francófono y la misma canción podría encajar en nuestra cinta.

Estas confrontaciones no son las únicas presentes a lo largo de una pieza que se forma, básicamente, mediante la visualización de conflictos. El impulso de pertenencia a la tribu como medio de supervivencia vs. el deseo de desarrollo personal es, quizás, el más importante, pero hay una escena que representa, mejor que ninguna otra, las dos visiones contrapuestas de esta Europa del siglo XXI. Es ésa en la que una agresión sexual se desarrolla en el interior de una iglesia en ruinas. El mensaje es claro: el asilo en sagrado ya no es una opción real, de nada sirve apuntalar las ruinas de la tradición judeocristiana. Hay otro mundo ahí fuera con más hambre y más desesperación, otro mundo descubriendo su lugar, otro mundo con sus propias normas y frente al que nada se puede oponer? ni siquiera la pasajera ensoñación de un amor imposible.