Que Avilés se convirtiera hace unos años en escala para cruceros es un éxito a celebrar cada vez que uno de esos barcos cargados de turistas oceánicos atraca en la ría. Pero no es suficiente. Los comerciantes se quejan hoy en estas páginas de que muchos de los visitantes, en su mayoría matrimonios acomodados en torno a los sesenta, apenas se dejan ver por la ciudad porque nada más pisar tierra firme ponen rumbo a otros lugares de Asturias en autocares en los que regresan minutos antes de zarpar. Y los pocos que se quedan no dan casi ni los buenos días, ya que apenas tienen tiempo para tomarse un café debido a sus largos recorridos guiados. Así que quizás haya que replantearse la promoción local en estos tours. No es casualidad, por ejemplo, que el Jardín Botánico de Gijón o Covadonga sean dos de los destinos favoritos de estos navegantes de lujo. Alguien debería decirles que pasar unas horas en Avilés, además de cómodo para ellos, es muy recomendable.
