Es apreciable en el cine portugués contemporáneo una tendencia a refugiarse en relatos decimonónicos, en huidas hacia atrás en el tiempo buscando, entre las composiciones pictóricas románticas y las alcobas alumbradas a media luz, un espacio de retiro ante la impasibilidad de un presente poco memorable. Baste recordar la monumental "Misterios de Lisboa" (Raúl Ruiz, 2010) como ejemplo arquetípico de este movimiento. Por no referirnos a lo evidente, al maestro iniciador de este movimiento, Manoel de Oliveira, sin duda, el director portugués más importante de todos los tiempos.
Aunque quizás no hayamos definido este estilo correctamente... quizás ese retroceso hacia el pasado sea la exploración de las raíces, de la génesis de unos hechos que han convertido a Portugal en el país que es actualmente. Podría ser, quizás, un intento de definir un carácter nacional, no para ponerlo bajo la luz de los fiscales, sino para obtener un mayor conocimiento de lo que se es y del por qué se es.
Esta relación entre el hoy y el ayer era evidente en la trilogía de Miguel Gomes Las mil y una noches. En ella, el cineasta luso dejaba al descubierto la maquinaria que hacía converger realidad y fantasía, ayer y hoy, para indagar en las causas de un país (y de un continente) y de su deriva. Está capacidad dual puede ser algo menos evidente en la película que nos ocupa, La venganza de una mujer, sobre todo si nos dejamos llevar por su vertiente artística, por su abrumador interés por definir la naturaleza del encuadre cinematográfico, por sus hallazgos en las conexiones entre cine y literatura, si intentamos separar el "cómo" del "qué".
Bajo esta fachada de reflexión artística corre, con el mismo vigor que lo hace en la superficie, el mar de la definición de las formas, un río subterráneo de contenido sobre la relación entre las clases sociales, entre hombre y mujer. Rita Azevedo Gomes define el rol femenino en la sociedad portuguesa de entonces y de ahora. Nos explica hasta qué punto los vínculos que se establecen entre el dandi portugués y la cortesana lusa, en la soledad de una habitación solitaria, siguen perviviendo hasta hoy mismo, hasta la Portugal del rescate económico y con el que a veces parecemos vivir de espaldas.
