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De Suresnes al crack

La evolución histórica del PSOE durante las cuatro últimas décadas

Libertad, libertad,

sin ira libertad,

guárdate tu miedo y tu ira ...

("Jarcha", 1976)

Quienes vivieron aquellos tiempos recordaran que en el campus de Oviedo las reivindicaciones y movilizaciones universitarias se gestaban generalmente en Filosofía y Letras. Después, de la plaza Padre Feijoo se expandían hacia la zona alta de la ciudad con la actual Facultad de Geología en Llamaquique (entonces Geológicas, Biológicas y Medicina) como escenario idóneo para las asambleas de distrito.

Eran tiempos de ilusión en los que caminábamos con la ingenuidad virgen. En aquellas asambleas universitarias la iniciativa era de los comunistas, repartidos en diversas tendencias y organizaciones: trotskistas (LCR), maoístas (ORT), etc. Y, por supuesto, del PCE, hoy tristemente convertido en una matrioska rusa, que junto a la figura de Adolfo Suárez resultó fundamental en el tránsito hacia la democracia.

La presencia de los socialistas era extremadamente discreta. Tras el Congreso celebrado en Suresnes en Octubre de 1974, el socialismo español quedó escindido en dos formaciones: la surgida en las cercanías de París y encabezada por Felipe González, por entonces con el alias de "Isidoro" de la clandestinidad, y el sector "histórico", comandado por Rodolfo Llopis. La balanza se inclinó a favor de los primeros, que contaron con el apoyo de pesos pesados como Willy Brandt y Françoise Mitterrand y con la decisión favorable del Tribunal Supremo para usar en exclusividad las siglas PSOE en las elecciones generales de 1977. A partir de aquel momento comenzó la fagocitosis del PCE y la apuesta a caballo ganador de muchos avispados que pasaron de compartir cigarrillos de Goya y disputar partidas al "mentiroso" en el SEU a desaparecer de nuestra escena cotidiana para convertirse en profesionales de la política. La primera vez que escuché el calificativo de "socialisto" fue en aquellos tiempos.

Cuando a Adolfo Suárez ya no le quedaron mas conejos que sacar de la chistera accedieron al poder, con Felipe ejerciendo de tipo encantador y Alfonso Guerra de cascarrabias. Era 1982, el año del fiasco en el Mundial de Naranjito y ahora, volviendo la vista atrás treinta y cuatro años después, también puede decirse que fue el año a partir del cual los socialistas comenzaron a desilusionar progresivamente a su electorado, dado que en el lado negativo de la balanza acumularon errores de mucho calado. Demostraron que pueden decir una cosa y hacer la contraria con el tema de la OTAN, una torpeza infinita en la política antiterrorista, casos de corrupción por todas las esquinas y una falta total de respeto por la separación de poderes con la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1985.

El periodo del talante entre 2004 y 2011 representó la colmatación del lado de los errores, entre ellos, la deserción hipócrita de Irak, la negociación con una ETA agonizante, tender un puente de plata al secesionismo catalán ("Apoyaré la reforma del Estatuto que apruebe el Parlamento catalán", ¿recuerdan?) y el empeño en demostrarnos con la Alianza de Civilizaciones que pueden mezclarse el agua con el aceite. Las ministras posaban sonrientes para "Vogue", proclamaban que el dinero público no era de nadie y daban soluciones habitacionales ridículas mientras paralelamente se negaba la crisis económica y se acercaba al país al borde de la bancarrota.

Fueron mas de veinte años de gobierno con una constante ciclotimia que aún hoy mantienen y que les llevó en ocasiones a tomar medidas que nada tenían que ver con la tercera letra de sus siglas y en otras a adoptar posturas que dejaran bien claro que el color rojo era exclusivamente de su propiedad, mientras los simpatizantes, afiliados y los cargos públicos coherentes iban averiguando de qué lado soplaba el viento.

El fratricida Comité Federal que terminó con la dimisión del último secretario general y la constitución de una gestora fue escenario de oscuras artimañas encaminadas a mantener el poder dentro del partido. El sector oficialista sabía que su única oportunidad era hacer que el cónclave fracasara, de forma que su final cursara con bronca generalizada y sin adoptar ninguna decisión, lo que en terminología futbolística se conoce como la conveniencia de "ensuciar" el partido. Lo hicieron empleando las cartas que tenían en la manga: la mayoría en la mesa del Comité y lanzando una votación sin las mínimas garantías democráticas con una urna y unas papeletas camufladas detrás de un biombo. Sucedió en la calle Ferraz de Madrid, no en un saloon de Oklahoma, allá en el Far West.

Oigo repetidamente a la gente en la calle y a los especialistas en los medios de comunicación que es fundamental que el partido se recomponga, que el PSOE es absolutamente necesario en el espectro político del país. Por supuesto que los socialdemócratas han jugado un papel muy importante en el desarrollo de Europa, pero en el caso español, si el futuro les tiene deparado la misma suerte que al Pasok griego, yo no voy a ser quien les eche de menos. Jamás me han gustado los tahúres.

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