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Corruptotes y corruptitos

Reflexiones a raíz del "caso Gürtel"

Las declaraciones de los acusados en el "caso Gürtel" nos han puesto al tanto de que hay corruptotes y corruptitos. Dos especies que se parecen pero son diferentes. De hecho, Bárcenas pertenecería a una y Correa a la otra. Fue lo que insinuó Correa, en su intento por convencernos de que la corrupción consiste en hacer de la política un negocio que enriquece a unos pocos pero beneficia a todos. Ahí estuvo, presumiendo de que se lo ha llevado crudo porque se lo merece. Fue muy didáctico. Describió una época en la que quien no se hizo rico fue porque no quiso. Sirva como ejemplo que, entonces, cualquiera que se dedicaba a alicatar cuartos de baño ganaba el doble que un profesor de universidad. Lo cual, además de suponer la dignificación del proletariado, demostraba que los jóvenes que apostaban por ir a la universidad actuaban como unos parásitos que no contribuían en nada al progreso de la sociedad.

Aquella España era Jauja. Era consecuencia de la política neoliberal de Rato y Aznar, aderezada con la Ley del Suelo y el pelotazo. Todo un éxito si tenemos en cuenta que el PIB per cápita creció un 64%, la inflación se redujo y la riqueza neta de las familias casi se duplicó. De modo que pasamos a ser casi ricos por obra y gracia de una entelequia que, ahora, acaban de revelarnos. Aquella riqueza, aquello que parecía normal y no lo era, tenía su origen en la corrupción. La corrupción dinamizó la economía, favoreció el crecimiento y se convirtió en motor del progreso. De ahí que los acusados consideren que los cargos que les imputan son producto de una incomprensión moral pues, si bien es cierto que, sobre el papel, tal vez pudieron haber cometido alguna irregularidad, debería tenerse en cuenta que lo hicieron movidos por su enorme utilidad social.

El argumento de los acusados en el "caso Gürtel" va por ahí. Pero eso no es todo. Han dejado en el aire la interesante pregunta de si era más corrupta aquella España de entonces o esta de ahora. Ésta en la que, aun sabiendo que los partidos y muchos de sus políticos están inmersos en casos de corrupción, la gente sigue votándolos y absolviéndolos en las urnas.

Algo de razón sí que tienen. Tal vez tendríamos que admitir qué a muchos españoles, si se presentara la ocasión, no les importaría saltarse las leyes, sobornar o hacer lo que fuera, con tal de engordar su cartera. Es decir, que habría una mayoría de corruptitos que piensan como Correa. Lo cual explica que España sea el único país del mundo donde se afirma, con convicción, que la regeneración ética puede hacerse desde el poder. Que todo marcha como debiera porque los corruptos, al parecer, son capaces de condenarse a sí mismos y condenar a sus cómplices. Convicción que encaja, como anillo al dedo, con eso de que el votante del PP tiene derecho a que su partido gobierne pero el votante del PSOE no lo tiene a que el suyo se oponga y cumpla con la promesa que hizo a sus electores. Así que volvemos al principio, a los corruptotes y corruptitos. A un nuevo Gobierno que añadirá dos huevos duros a lo ya conocido y una oposición que se limitará a decir, como Groucho Marx, y nosotros tres huevos más y uno de ellos de oca.

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