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Negativa

Sobre el "no" de Sánchez a Rajoy

A finales del siglo pasado el Barça tuvo un entrenador que, en su primera etapa, obtuvo grandes éxitos deportivos para el club. Era un fornido y cabezón holandés que mantuvo una relación tormentosa con los periodistas, que nunca superior pronunciar correctamente su nombre. Se llamaba Louis van Gaal, al que sistemáticamente llamaban "Luis ban Gal", cuando en su bárbaro idioma teutón se debe leer "Lui fan Jaal". Pero no era esa la razón de sus desencuentros con los chicos de la prensa, sino sus decisiones en asuntos deportivos con los jugadores y, sobremanera, con uno llamado Rivaldo. La insistencia de los reporteros le sacaba de quicio y algunas de sus respuestas llegaron a convertirse en frases históricas, como aquella que aún muchos repiten en ocasiones señaladas: "Vosotros, la prensa, siempre así, siempre negativo, nunca positivo".

La importancia contradictoria y el desvalor de lo negativo se muestran ya en los propios Evangelios. Coinciden los cuatro evangelistas en relatar la profecía que Jesús le hizo a San Pedro de que, en aquella misma noche en que le iban a prender, le negaría tres veces antes de que cantara el gallo, variando sólo entre unos y otros en el número de kikirikíes del ave. Este hecho se recuerda en piedra con la iglesia de San Pedro de Gallicantu, que levanta majestuosa su compacta arquitectura bizantina en el barrio de Silwan, en la ladera oriental del monte Sión, desde donde se observa el espléndido panorama de la ciudad vieja amurallada de Jerusalén. De ahí que los primitivos cristianos, tal vez con poca misericordia, llamaran negados a los que, presionados por las persecuciones, renegaban de su fe.

No obstante, el uso de adverbios de negación no siempre merece un juicio negativo. En muchas ocasiones son imprescindibles para oponerse a las numerosas afirmaciones falsas o absurdas que hacen los negados, entendiendo ahora por tales a los incapaces e ineptos, que son multitud. Qué conveniente y necesario es a veces decir no, nada, nunca, jamás, hasta llegar incluso al jamás de los jamases, que viene a ser una extensión de la negación por los siglos de los siglos. Amén.

Viviendo en ciudades es prácticamente imposible escuchar los cantos del gallo, porque estos bichos no se suelen usar como mascotas. Así que no podemos saber cuántas veces hayan cantado estos animales antediluvianos mientras el Pedro actual, Sánchez por supuesto, ha venido negando tautológicamente miles y miles de veces. No es no. Ese era el extenso y prolijo programa político e ideológico que predicó con ahínco y dedicación el apóstol de la socialdemocracia menguante. Había partes de ese "no" que Rajoy no entendía, como es lógico porque por algo el barbado don Mariano es popular, aunque vaya usted a saber, porque todo depende, o no. Pero el hombre se topó con que ciertos significados gerifaltes de su propia formación tampoco alcanzaron a entender algunas partes del "no", mayormente porque había un triángulo de noes, el que se daba a la investidura de Rajoy, el de que no se pactara con independentistas y el de que no hubiera terceras elecciones. Mucha negativa para tan poco espacio.

La verdad es que la gran negación de Pedro Sánchez no era tan negativa y tenía efectos muy beneficiosos. Durante todos estos meses pasados vivimos tan ricamente. El Gobierno estuvo en funciones y no pudo hacer nada, lo cual es muy de agradecer, porque al menos no nos molestó subiendo los impuestos. Pero la prensa durante todo este tiempo estuvo siempre así, siempre positiva, nunca negativa, e hizo que cantara el gallo por última vez, encarnado en Javier Fernández, que ye un gallu, y se acabaron los tiempos de vivir la fantasía de Peter Pan en el País de Nunca Jamás.

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