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La falsa belleza

La obra de Masao Yamamoto (Aichi, Japón, 1957) nos enfrenta a la pervivencia de la belleza en el arte actual, a la vuelta del pictorialismo, movimiento que pretendía dignificar la fotografía como arte acercándola a la pintura, surgido en 1880 y caído en declive en 1920, si bien, con distintas variantes, ha llegado hasta nuestro días, en su faceta de mayor interés buscando una construcción y conceptualización de la realidad menos preocupada por lo bello aunque manteniendo un regusto esteticista. Y las fotografías de Yamamoto que comparten espacio en la galería barcelonesa "Vàlid Foto" con el recién nombrado comisario de las exposiciones fotográficas del Niemeyer, son antiguas y hasta anacrónicas. No pretendía otra cosa el artista, alejado de las tendencias actuales, de cualquier pretensión rupturista. Jacobo Siruela, editor y autor del texto del libro que lleva el mismo título de la muestra, llega a afirmar que la poética de Masao "es fiel a su tradición cultural, vive apartada de la inercia desintegradora que impulsa a las nuevas corrientes artísticas. Visto desde esta óptica, Yamamoto podría parecer un artista nostálgico, un artista antimoderno".

El artista japonés que se formó como pintor bajo la supervisión de Goro Saito en su ciudad natal antes de escoger la fotografía como medio artístico, realizó su primera gran exposición individual, en 1994, en la Shapiro Gallery de San Francisco, exponiendo posteriormente en la Yancey Richardson Gallery de Nueva York. En "Small Things in Silence" (Pequeñas cosas en silencio), muestra itinerante por galerías y centros culturales, se reúnen noventa fotografías perteneciente a cuatro series -"Box of Ku", "Nakazora", "Kawa" y "Shizuka"- que resumen veinte años de trabajo. En la obra de Yamamoto, con claras influencias orientales, se reconoce, sin embargo, el magisterio de Tony Catany (Lluchmayor, 1942-Barcelona, 2013) uno de fotógrafos españoles que con más entusiasmo ha trabajado en la recuperación de la belleza como un valor universal.

En las fotografías de Masao Yamamoto hay elementos comunes que afianzan una poética muy personal y reconocible. El uso preferente del blanco y negro, considera que el color añade datos que restan intimidad y pureza al instante, el té o el café bañando la superficie fotográfica produciendo un proceso de envejecimiento rápido, un intento por reflejar el interior de las cosas, su energía, un entusiasmo por convertirse en receptor y mensajero de la naturaleza, una mirada que reflexiona sobre lo efímero de la vida y una dimensión artesanal en el tratamiento de la imagen. "En mi obra" -dice el artista- "intento plasmar imágenes que expresen, según mi punto de vista, cuentos curiosos del mundo de la Naturaleza, en la que incluyo al ser humano, en papel fotosensible y con el máximo de belleza y rigor posibles".

Pero esa falsa belleza, esa fotografía pictórica enfrentada a sus orígenes, a su propia autonomía, esa renuncia a mostrar la realidad ensimismada en lo intemporal, además de producir calma, felicidad y sensibilidad en algunos espectadores, siempre ha tenido una buena acogida en los mercados y entre aquellos que no quieren ver el espanto que nos rodea. Tal vez el acierto de Masao Yamamoto sea capturar los instantes como si fuesen haikus, la poética de un mundo inexistente.

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