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Escritor

Fiesta en el cementerio

Sobre la moda de disfrazarse por Halloween y el espectáculo teatral y musical en La Carriona

Estos días pasados estuve un poco desorientado, pero no por la política pues era previsible que Rajoy tuviera prisa por ser Presidente para, luego, tomarse unas vacaciones. El motivo de la desorientación fue que no sabía si estábamos en carnaval o en noviembre. Salía a la calle, veía a gente disfrazada y eso me despistaba. Y que conste que no tengo nada contra los disfraces. Es más, coincido con los psiquiatras en que disfrazarse ayuda a que nos demos un respiro no solo de nuestra rutina, sino de nosotros mismos. Pero miraba el calendario y no me cuadraban las fechas, así que cuando me enteré de que los disfraces eran por Halloween, comprendí el éxito de una tradición de origen celta cuya versión moderna nació en Estados Unidos y se ha convertido en una fiesta en la que miles de personas salen a la calle disfrazadas con trajes fabulosos y se divierten al ritmo de las charangas y las bandas de música.

Sabido esto, me pareció raro que no hubiera ninguna crítica del PSOE ni de Podemos o del PP. Así que me puse en lo peor. Imaginé que todos estaban de acuerdo en que hiciéramos lo mismo que en Estados Unidos. No sé si piensan que vamos camino de la inmortalidad y hay que celebrarlo o tratan de distraernos para evitar que recordemos, aunque solo sea una vez al año, que tenemos que morir algún día.

Sea por lo que fuere, parece que se impuso la moda de que nos disfracemos por Todos los Santos. Y como quiera que los niños ya tienen su fiesta en las guarderías y las escuelas y los jóvenes en las discotecas y los centros comerciales, el Ayuntamiento quiso cubrir la orfandad de la gente adulta y organizó una fiesta en el cementerio de La Carriona. Todo un programa de festejos que incluyó espectáculos de teatro nocturno, visitas guiadas y un concierto de la Banda de Música, también por la noche.

Para mí una sorpresa, porque antes la gente iba a los cementerios a poner flores, limpiar las sepulturas y rezar unas oraciones, pero ahora puede hacer todo eso y, además, divertirse. Se lo debe al Ayuntamiento, que tuvo la ocurrencia de organizar los citados festejos, imagino que para demostrar que hace más cosas que subirnos el IBI. También imagino que debió estar de acuerdo la Iglesia, pues no sé de ningún cura que protestara por la fiesta en el cementerio. Tal vez siguieron el consejo de ese obispo que dijo que ante un conflicto hay que hacer del limón, limonada.

No me parece mal que el Ayuntamiento organice una fiesta por Todos los Santos. Ahora bien, si la fiesta la organiza en el cementerio, el problema es que los muertos no pueden elegir si les apetece participar o prefieren seguir descansando en paz. Es decir que no se respeta su intimidad. No, porque, qué se yo, habrá muertos que estén en el cielo, otros en el infierno, algunos que se habrán reencarnado y quién sabe si unos pocos no andarán por ahí dando sustos a sus familiares y amigos, pero los que hayan preferido quedarse en el cementerio no hay por qué molestarlos con música ni con teatro. Pues anda que no hay sitios para organizar una fiesta por Todos los Santos. Y, oiga, si los del cementerio quieren ir, que vayan.

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