No se debe desear la muerte de persona alguna ni alegrarse por tal fatal desenlace; a toda persona que fallece, al menos, se le debe respeto y un DEP. Aunque también hay que tener en cuenta que la muerte no redime o exonera ni hace mejor persona.
Ahora bien, el minuto de silencio "está considerado como un gesto de respeto en homenaje a una persona recientemente fallecida o como conmemoración de un acontecimiento trágico, del mismo modo que lo es el izado de una bandera a media asta".
Su origen se remonta a 1919 al proponer un soldado australiano combatiente en la Primera Guerra Mundial a los ingleses que lo guardaran considerando que se rendía un homenaje respetuoso a los fallecidos durante el conflicto, contando con la aprobación del Rey Jorge V.
Tal homenaje procurado en una institución del Estado como el Congreso de los Diputados, Cámara Baja de las Cortes Generales, órgano que representa al pueblo español, hay que ganárselo, conquistarlo y ha de ser un reconocimiento voluntario y un sentimiento que brote de las entrañas, meritorio y casi unánime, con ausencia total de cualquier atisbo de hipocresía.
Falta de educación sería no respetar a quien quiera o desee guardarlo; en ningún caso el decidir, en justa conciencia, no hacerlo. La educación es un concepto muy amplio, en parte subjetivo, a veces manipulado, y acoplado y articulado también en parte y en ocasiones por el poder a los intereses de éste en cada sociedad a la que va destinada. Es obvio y lógico que la educación esté afectada y perturbada por la hegemonía dominante y se tengan aceptadas y normalizadas costumbres como por "tener educación". Pero mismamente resulta paradójico que, cuando las observamos en otros, nos extrañan o nos producen el efecto contrario.
¿Se merece el citado homenaje, para guardarle honores, una persona todavía senadora y aforada, cuyo honor estaba sub iúdice dicho honor al ser investigada (lo que antes se conocía como imputada) por el Tribunal Supremo por un presunto delito de blanqueo de capitales mientras ostentaba altos cargos públicos (aunque por supuesto en la vía judicial hay que respetar la presunción de inocencia), quien, cuando menos, su dignidad e integridad socialmente estaba en tela de juicio? Sinceramente, para mí no.
Quien escribe, sí guardaría un minuto de silencio por todas las víctimas anónimas de este sistema necesitado de una ostensible regeneración y catarsis: víctimas de los recortes en sanidad que causan enfermedades y muerte, enfermos de la hepatitis C, de la estafa bancaria de las preferentes, de Bankia, víctimas de la quita a ahorradores no inversores engañados y estafados, desahuciados de sus hogares, los desempleados, las víctimas de la precariedad laboral, la pobreza, exclusión social y el hambre, la pobreza energética, el señor Labordeta... Y para despejar dudas de mi objetividad -dentro de la subjetividad-, afirmo, paralelamente, que el mismo partido que no acudió a este homenaje debería haber acudido al minuto de silencio por las víctimas del terrorismo convocado en su día frente al hemiciclo de la Eurocámara en Bruselas tras la intervención en el Parlamento Europeo de un político español condenado en 2011 por pertenencia a organización terrorista.
Resulta ya indecente y de una hipocresía supina, que el portavoz del partido al que pertenecía la finada y del que fue expulsada se erija también en portavoz forense y culpe al mensajero (medios de comunicación) por cumplir con su obligación de información a los ciudadanos y derecho a la libertad de expresión. Lo cierto es que la causa del fallecimiento ha sido "un infarto" y querer relacionar dicho accidente con la presión es, cuando menos, una opinión sin base científica; mientras, a mayor abundamiento, la propia familia y su entorno reconocen que lo que más "la ha apenado" es el abandono y desidia de sus propios compañeros.
