Definir populismo es como definir punto, recta y plano. Podemos dar algún elemento característico, podemos definirlo por negación pero no hay solución buena. Es un concepto abstracto que necesita apoyarse en la intuición. La Real Academia de la Lengua dice que es una "tendencia política que pretende atraerse a las clases populares". De acuerdo con esto no hay partido que no sea populista, empezando por el autodenominado "Partido Popular". Se define también como aquel movimiento político que aparece como outsider del orden establecido, que sostiene un discurso orientado hacia las clases populares y que propone soluciones sencillas y emocionales. Como ejemplo vale el movimiento 15 M diciendo "somos el 99 por ciento" y proponiendo resetear el sistema y abrir un proceso constituyente para una verdadera democracia pero también vale Esperanza Aguirre, la condesa antisistema, y su cruzada contra las mamandurrias.

Populismo es la palabra que permite ahorrar tiempo para desacreditar a los movimientos que en América latina tomaron fuerza cuestionando el capitalismo neoliberal. Decía Pascual Serrano "como de derechas no les pueden llamar, decirles de izquierda no sirve para desautorizar y de dictadores no pueden acusarles, se han inventado el término populismo. Nacionalizar los recursos, aplicar políticas sociales de redistribución de la riqueza, luchar contra el analfabetismo y llevar médicos a las zonas pobres es populismo". La idea que subyace es esta: el pueblo es estúpido por definición y los populistas, en lugar de conducir a la nación por el camino correcto, que no siempre es fácil ni agradable, prometen al pueblo lo que el pueblo quiere.

Luego vino Podemos y entonces la palabra mágica sirvió para combatir a Podemos. Pero se descargó de tanto usarla y perdió sus poderes. Entonces apareció Trump. Un señor que fue del Partido Demócrata y es del Partido Republicano pero que ataca a los políticos profesionales, que forma parte del 1 por ciento de la minoría privilegiada norteamericana pero que ha conseguido que una fracción amplia de la clase trabajadora blanca le vote porque promete que les hará grandes de nuevo echando a los latinos y repatriando capitales. Entonces ese discurso que recuerda a Hitler y a Mussolini no es de derechas, es populista y se concluye que Donald Trump y Podemos tienen base común. Ese argumento es el colmo del populismo. Eso sí que es dar argumentos sencillos y emocionales para intentar ganar a una mayoría ciudadana.

Trump es un plan B del capitalismo. Cuando escasea el trabajo decente y los salarios no dan para vivir, cuando una parte creciente de la población ya no espera nada del sistema, cuando se cuestiona el orden establecido y el viejo castillo se derrumba entonces puede abrirse una ventana, una posibilidad de construir una alternativa desde la base. En ese contexto hay una oportunidad para movimientos de cambio pero también para salidas reaccionarias. Es un truco viejo, el pueblo está cabreado así que el Gran Señor manda a sus agentes para canalizar la rabia hacia otros objetivos, hacia el extranjero, hacia otra raza, hacia otra religión. En Rusia los zares aliviaban la presión organizando programas contra los judíos cada vez que el hambre apretaba a los campesinos sin tierra. Bernie Sanders fracasó, es el momento de Donald Trump. Los dos son populistas según El País, los dos hablan del pueblo, los dos dicen que hay problemas, los dos dicen que hay que cambiar, los dos beben agua, comen pan con mantequilla y llevan zapatos. Uno señala a las grandes corporaciones, a Wall Street, al militarismo, el otro al musulmán, al negro, al hispano. El discurso oficial identifica como populismo al cambio y al recambio, a todo lo que se sale del status quo. Quieren hacer creer que la mejor forma de combatir a los neofascistas es dar por bueno el sistema, así ganarán los que juegan a dos palos. Los gobiernos reales, los de los poderes económicos que controlan partidos y medios de comunicación, prefieren en los gobiernos formales a gente como Mariano Rajoy, Hillary Clinton o Francois Hollande pero si las circunstancias cambian también sirven Donald Trump o Marie Le Pen. Son monstruos pero viven en sus armarios.