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Ventanal

Normalizar la vida pública

La situación política nacional tras la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno

Pudiera pensarse que los políticos españoles, tan guerreros ellos, se han dado una tregua en su habitual contienda. No se sabe, si como decía Clausewitz, es para rearmarse y coger resuello después de tantos mítines y votaciones, o acaso por una ráfaga de responsabilidad y servicio al común que ha condicionado sus discursos para dar un aire de normalidad política, con un Gobierno en minoría que pacta y pacta empleando un tono diferente al de otras legislaturas.

Las consecuencias de estas nuevas actitudes de la clase política, con solo algunas excepciones irreductibles en su radicalidad, están dando una sensación de estabilidad que está siendo percibida por los ciudadanos que tanto tiempo han estado clamando por el consenso.

Especialmente positivo en este escenario ha sido el talante de Mariano Rajoy, que optó por el deshielo en función de su trayectoria vital, en lugar de continuar con rigideces ideológicas de partido, así como su habilidad para acercar al PSOE a la gobernabilidad del país, sin aprovecharse de la manifiesta debilidad socialista, de su vacío de liderazgo y proyecto político.

Ha sido una inteligente estrategia tender la mano al PSOE en su actual etapa de refundación y en peligro de división por las apetencias de su exsecretario general. En reciente entrevista en "The Wall Street Jornal", se alaba la nueva trayectoria de Mariano Rajoy y el alivio que ha representado en la Unión Europea su contención al populismo de izquierda.

Hasta ahora, la voluntad de pactar y pactar ya ha dado algunos resultados concretos, como la fijación del techo de gasto, el nuevo salario mínimo, suspensión parcial en la aplicación de la LOMCE y la puesta en marcha de varias comisiones parlamentarias junto al consenso en el nombramiento de algunos cargos relevantes.

Este inicial tiempo de estabilidad tiene su peor enemigo en las actuaciones de los independentistas catalanes, junto a las contradicciones que al PSOE suponen las posiciones de sus organizaciones en Cataluña y el País Vasco, favoreciendo la autodeterminación o con conductas que suscitan rechazo generalizado de la opinión pública. Un ejemplo de ellas es que los socialistas navarros se manifiesten junto a los batasuneros, apoyando a quienes van a ser juzgados por apalear y acosar a guardia civiles en Alsasua y piden la "desmilitarización" de Navarra.

El PSOE necesita un discurso que pueda defender de igual contenido en Lugo, Gerona, Pamplona, Badajoz o Málaga. La cohesión nacional como garantía de igualdad para todos los españoles, sin premios ni federalismos asimétricos. Las declaraciones de Pedro Sánchez y de quienes proponen una nación de naciones o un marco jurídico diferencial para algunos territorios, constituyen serios obstáculos para el proyecto nacional del PSOE y por consecuencia para asegurar la débil estabilidad del momento.

Mientras dura, bueno será avanzar en las reformas más urgentes de las que depende la recuperación económica.

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