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La inocentada de la sentencia

El fallo que declara culpable a la presidenta del Fondo Monetario Internacional (FMI) sin condenarla

En cosa de un par de días llegarán los Santos Inocentes. Una fecha que, sin ser festiva, es muy celebrada. De hecho, no sé la religión que profesará Christine Lagarde pero, este año, tal vez decida poner una vela a esos santos, sin descartar que les rece un rosario. No sería para menos en vista de la sentencia que la declara culpable y no la condena.

El día de los Santos Inocentes se estableció, en principio, como recuerdo de la trágica matanza ordenada por Herodes pero, en la Edad Media, decidieron cambiarle el significado y la convirtieron en una fiesta de carácter divertido, en la que lo típico son las bromas. Un cambio que algunos estudiosos atribuyen a la intención cristiana de contrarrestar la celebración de la "Fiesta de los Locos", de origen pagano, que con el nombre de "Día de los tontos" se celebra el 1 de abril en los países anglosajones.

La festividad cambió de sentido pero, para el caso, viene bien que sean dos fiestas: la de los inocentes y la de los tontos. Viene bien porque la señora Lagarde, la Corte de Justicia de la República y el FMI celebrarán los Inocentes y nosotros podemos celebrar "el día de los tontos", sin esperar al 1 de abril. Es lo que nos toca después de que la presunta inocente fuera declarada culpable y no solo no recibiera condena sino que su culpabilidad tampoco figura en su historia penal. La sentencia reconoce la culpa, pero deja a Lagarde sin sanción, aludiendo a su estatura política internacional y a que los hechos que la incriminan ocurrieron en plena crisis mundial. Lo cual es una inocentada que, a buen seguro, celebrarán Strauss-Kahn, Horst Köhler y Rodrigo Rato, antecesores en el cargo que también tuvieron, y tienen, problemas con la justicia.

Al final, tenemos que tomarlo como una inocentada, pero maldita la gracia. Fueron más de 400 millones de euros los que el Estado francés regaló al millonario Bernard Tapie sin que la señora Lagarde, entonces ministra de Economía y Finanzas, se diera cuenta pues, al parecer, estaba muy preocupada gestionando la crisis y no tenía tiempo para atender pequeñas minucias.

La sentencia, que conocimos hace unos días, pone de relieve la vigencia y similitud de las dos festividades. Por un lado estarían los inocentes, es decir los que creen que la Justicia es ciega e igual para todos, y por el otro los tontos. Los que, aun reconociendo que hace tiempo que la Justicia se ha quitado la venda, tenemos que fastidiarnos y soportar el escarnio de sentencias como esta y organismos internacionales, presididos por la hipocresía y la corrupción, que gobiernan el mundo y siguen dando consejos sobre el modelo democrático y de gestión que hemos de seguir.

Además, para que la inocentada sea mayor, el Gobierno socialista francés se apresuró a brindar su apoyo y expresar su total confianza en la, ahora, condenada señora Lagarde, a pesar de que fueron los socialistas, precisamente, quienes denunciaron el caso. Así es que nada, pelillos a la mar y todos contentos. Fíjense lo bien que ha salido todo que, Christine Lagarde, ha dicho que no recurrirá la sentencia porque, aunque no está de acuerdo, prefiere pasar página y olvidar el asunto. Solo falta que la felicitemos por haber puesto cara de palo y haber aguantado la broma como si creyera que iba en serio.

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