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Don Juan, un pastor

Un religioso de calidad y calidez humanas

Este 2017 que se presenta tan raro y tan desconcertante internacionalmente deja el primer doloroso guantazo en el ámbito más cercano: ayer fallecía, tras una fulminante dolencia, el párroco de Piedras Blancas, don Juan Manuel Suárez Menéndez, en plenitud de su actividad pastoral.

En los tres lustros que ha estado al frente de la parroquia de San Martín de Laspra y de Santa María Madre de la Iglesia de Piedras, don Juan ha dejado una huella imborrable de calidad y calidez humana, además de una irreprochable gestión eclesiástica.

En medio siglo de actividad de la iglesia de Piedras Blancas, inaugurada en agosto de 1966, solo ha habido dos párrocos: don Lorenzo Álvarez Otero y don Juan Manuel Suárez Menéndez. Cada uno en su estilo han marcado una época en uno de los lugares que proporcionalmente más ha crecido de Asturias y en el que la población -y la sociedad- ha cambiado más rápidamente. Don Lorenzo concluyó su tarea al límite de sus fuerzas, ya mayor, poco antes de fallecer en Oviedo. Pero don Juan estaba, hasta hace unas semanas, al frente de la parroquia con toda la fuerza de su ministerio que no era poca.

Conocí a don Juan cuando era cura de San Pablo de La Argañosa, en Oviedo, pero ha sido aquí, en Piedras Blancas, donde pude seguir de cerca su enorme tarea pastoral: siempre cercano a los que sufrían, a los que necesitaban ayuda, a los enfermos, a los mayores... Un párroco discreto y prudente, pero atento a aliviar el dolor donde lo hubiera. Sin alharacas. Se hacía querer por su proximidad, porque sabía estar, porque cumplía con rigor su tarea. Un sacerdote cuya ambición era llevar a cabo su misión pastoral y bien que lo hacía, alejado de esa Iglesia a veces rimbombante, que tanto rechazo genera porque parece alejada de su origen y de su misión.

Cuando el papa Francisco ha insistido en el cura como buen pastor de la parábola evangélica ("el sacerdote es un pastor no un inspector de la grey", ha subrayado) siempre me pareció una figura que encajaba perfectamente en la personalidad de don Juan. Si el Papa hubiera elegido un representante que se asemejara a lo que quiere, el caso de don Juan era perfecto. Lo pensé muchas veces, pero nunca se lo dije. Creía que tenía mucho tiempo por delante para hablarlo con él, ahora que la escasez de curas casi impide que se jubilen, pero ya se ve que esa conversación nunca se producirá. Que quede constancia al menos aquí de que era un buen (magnífico) pastor.

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