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Desde la palmera

Repaso a la historia y las anécdotas del colegio San Fernando

Matemáticas - Educación Física - Francés en la sesión de la mañana, Castellano - FEN - Estudio por la tarde. Esta puede ser una secuencia de asignaturas que refleja el horario escolar de un día para los alumnos del antiguo Bachiller en España, la etapa que representó la enseñanza pre-universitaria en nuestro país antes de la implantación de EGB y BUP, ambos ciclos también ya en la historia. La ruta comenzaba a los 10 años con el curso de Ingreso que culminaba con una prueba final que había que aprobar para acceder al Bachillerato Elemental de cuatro años. Reválida de 4º de obligada superación y Bachiller Superior de dos cursos antes de Preuniversitario o COU, el año previo a la Facultad.

Fuimos muchos los que hicimos este recorrido en las instalaciones de un pequeño pero coqueto colegio situado en la calle Magdalena al que su fundador, el sacerdote Víctor Pérez Alvera nacido en Molleda, puso por nombre San Fernando. Al comienzo de la década de los 40, las necesidades de escolarización en Avilés, con poco mas de 18000 habitantes, eran altas y la apertura de este centro contribuyó eficazmente a atenderlas. Representó una opción para los hijos de trabajadores de diferentes empresas, sobre todo ENSIDESA, y de pequeños comerciantes, que eran los que determinaban el perfil del alumnado. Las clases comenzaron el 13 de Octubre de 1941 con 50 alumnos de Preparatoria e Ingreso, 34 de Bachillerato y 17 de Comercio, por lo hace pocas fechas la institución ha cumplido 75 años.

Al precioso chalet central, tristemente demolido hace tiempo, le rodeaba una construcción mas moderna de planta baja con aulas y laboratorio. En el patio, los vestuarios para Educación Física y la palmera, la última mohicana, la única superviviente de aquel inolvidable lugar. En él, muy por encima de enseñarnos el temario de las distintas asignaturas, nos inculcaron sólidos valores que forjaron los cimientos de nuestras vidas. Ahora, cuando todos los días paso junto al solar y la palmera pienso en repetidas ocasiones que recibimos una educación envidiable para cualquier niño o adolescente.

Salvo puntuales excepciones, caso del encantador don Julián Ron, el resto del profesorado era seglar. Unos tenían dedicación exclusiva al colegio y otros compaginaban su labor docente en él con el trabajo en otros lugares, bien en otros centros educativos o bien en otros ámbitos laborales. En el primer grupo se encontraban los tres pilares del centro, los que coordinaban toda su actividad: don José Martínez, que asumió la dirección al fallecer el fundador en 1970, don Julio López y don José Luis Piñeiro. Si tuviera que definirlos con dos palabras a cada uno utilizaría elegancia y generosidad para don José, sagacidad y trabajo para don Julio y ejemplaridad y discreción para Piñeiro. Con el que tuve una relación mas estrecha fue con José Luis que después de ser mi profesor fue mi compañero de trabajo y mi gran amigo. Era de los tipos que predicaba con el ejemplo y nunca te fallaban; con él aprendí muchísimas cosas, incluyendo los dos secretos de la docencia: seducir y volcarse en la explicación.

En el segundo grupo estaban don José Martínez, con sus mágicas "equis", y don Manuel Llames, madridista total, dos excelentes profesores de Matemáticas; don Eliseo Saint-Remy, que explicaba Biología como los ángeles; la señorita María Luisa Doce, profesora de Francés poseedora de una infinita cultura; don Enrique Álvarez, con el que disfrutábamos del latín; don Gabino Menéndez, que llegó y nos cautivó con el tiro oblicuo y el teorema de Steiner; don Manuel Ramos, con una gran pasión por la Literatura que sabía transmitir a los alumnos; don Manuel Feito, actual párroco de Miranda, que todos los días nos dejaba boquiabiertos con su sapiencia y oratoria impartiendo Sociología, y don Óscar Fleites, exseleccionador cubano de baloncesto que nos inyectó este deporte en la sangre y lo convirtió en un referente del colegio. Seguro que ex-jugadores suyos de calidad como Pachi Gago, Jesús Salvador García, Alberto Uskin, Lolo Solís, Carlos Pérez o Alberto Ángulo recordaran sus defensas 2-1-2 y el afán de lucha en la cancha que nos transmitía.

Nos gustaban, a unos "Los Brincos", a otros "Los Bravos", las canciones de Juan y Junior desde "La caza" hasta "Nada", intentábamos llevar contundentes patillas y el pelo largo, vernos en la sala de juegos para jugar al futbolín, al ping-pong o al billar, delinquir con los primeros cigarrillos furtivos y teníamos una gran afición a fijarnos en las minifaldas. El único día sin clase era el domingo, con la tarde del jueves libre que mas tarde pasamos a disfrutar los sábados. A la hora del recreo, 5.º, 6.º y Preu monopolizaban la cancha central con unas porterías diminutas de madera que instalaban, la troup del basquet se concentraba junto a los vestuarios, donde las canastas de mini-basquet nos permitían sentirnos Lew Alcindor o Kresemir Cosic, y el resto del patio se llenaba de diversas actividades, entre ellas la demolición de la espalda con el "chorro-morro-picotaina", partidillos de fútbol, peonzas, chapas, pelota-trapo y el "llancón" en la palmera.

Por allí andaban algunos que hoy son prestigiosos médicos como Armando Suárez Solís (Mandi), Paco Berciano, los hermanos Antonio y Paco Valle, Pedro Aguado, Javier Claros y Manuel Ángel Martínez, que quizás tomaron el camino de la medicina atraídos por el Dr. Gannon de la serie televisiva Centro Médico; actuales profesores universitarios como Juan Perdiz y Manuel Ángel Fernández Lorenzo; periodistas como Oscar Fleites Jr. y Toni Fidalgo; funcionarios de diversos cuerpos como Carlos Ortíz, actores como César Sánchez, informáticos como Antonio Perdiz, empresarios de diferentes ramas como Juan Rivero de Casa Tataguyo y otros que tuvimos la fortuna de poder apostar por la docencia en el mismo colegio, por ejemplo Chema García, José Ramón Pérez Varela, Manuel Antonio Fernández, Manolo Peña o Quique Fernández. Y, como no, Mariano de la Campa con quien entoné millares de veces "Adiós verano, adiós amor" y el historiador y escritor Jorge Bogaerts con el que aún hoy sigo disfrutando en el antagonismo.

Si alguien se ha planteado escribir sobre las anécdotas acaecidas en clase a lo largo de estos años es que es conocedor de que puede fácilmente elaborar un grueso volumen. Por si le sirve de ayuda le diré que éramos capaces de quitar denominadores con el borrador en lugar de hacerlo matemáticamente después de la orden del profesor, contestar que en los hornos altos se producía foie gras o recitar la alineación entera del Inter de Milán de Helenio Herrera, desde Sarti hasta Corso, como si fueran los pintores del Renacimiento. Y todo ello sin bajarnos del autobús.

En el 69 Armstrong pisa La luna y el San Fernando llena su aforo con el aluvión de solicitudes de matricula que recibe. A los últimos alumnos de Preu, don José nos contó su ambicioso proyecto: estaba decidido a realizar una obra de gran envergadura para dar cabida a la enorme demanda que tenía el centro. Contemplaba un moderno complejo deportivo subterráneo, con cancha de baloncesto de parquet, un lujo para la época. Cambió de opinión cuando el colegio de los Agustinos se puso en venta y mediados los años 70 afrontó esta operación empresarial de gran calado, trasladando el futuro a la avenida San Agustín para seguir recorriendo desde allí el camino de la calidad. ¡Feliz cumpleaños, Sanfer!

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