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Resetear lo pictórico

La pintura, actualmente, avanza, casi siempre, como reflexiona David Barro en "La pintura y lo pictórico", con un ojo en el retrovisor. Expresionismos, informalismos, la transvanguardia italiana, el pop, la nueva figuración van quedando atrás, sustituidas por nuevas y excitantes fórmulas que regeneran y actualizan su concepto. Pero en el espejo siguen presentes todos aquellos movimientos en un debate enriquecedor entre el pasado y el presente, entre la tradición y una transformación que curiosamente se alimenta, también, de lo antipictórico, construyéndose desde la deconstrucción, desde la descomposición.

Pablo Pons Heres (Avilés, 1987), consciente del momento que nos ha tocado vivir, ha dado un paso desde una inmersión pictórico con trazas del seres extraños, referencias oníricas y grafitis irónicos en una singular combinación de lenguaje y pintura, a un tiempo de intimidad, más reflexivo, con una actitud centrada en lo pictórico, sus derivas y expansiones. En su anterior etapa, con la que fue seleccionado en la "XXV Muestra de Artes Plásticas del Principado de Asturias", repintaba sobre la obra anterior en un ejercicio que desvelaba la fatalidad de la pintura, como un campo en el que se acumulan tiempos históricos que tienden a la aparición, fantasmas que habitan sin revelarse, que dicen sin escucharse, que se mueven sabiendo que su condición es la quietud.

En esta serie "I Promise To Be Normal", la obra de Pablo Pons se despliega abrazando una figuración que se disuelve en lo abstracto, con el retrato y el bodegón, dos géneros pictóricos por excelencia, inmersos en un "tsunami" de explosiones de color, rayaduras, espacios matéricos condicionando la composición, de tal manera que lo figurativo se desliza hacia lo abstracción y las estrategias cromáticas se expanden como si no conocieran límites. Rostros, muecas, cuerpos, frutas, botes y vasos flotan en una ambiente irreal, sin gravedad, en un paisaje formado por distintas capas de pintura que generan peso y espesor en el lienzo. Son momentos borrosos, llenos de espesura pictórica, tiempos diferentes que se superponen formando un aparte en el lienzo que por otra lado, se ha vuelto territorio de confrontaciones, de batallas que no hablan de otra cosa que la pasión sostenida por la pintura, reivindicando su capacidad para expresar una intimidad que va desde la mirada a lo irrepresentable, con imágenes construidas con emoción e intensidad, neobarrocas, de exaltación pictórica. Color y visibilidad, luz y acrílico, todo parece muy normal pero si nos detenemos a mirar hallaremos algo inquietante en los rostros, en la factura de los fondos, que convierte esta obra en la más personal del autor.

Las últimas producciones de Pablo Pons se proyectan en lo escultórico, una dimensión teñida de color, un "assemblage" de juguetes del artista, una yuxtaposición de brazos rotos de muñecos, cabezas de osos, trapos, soldados, una figuración escurridiza, una apropiación de la infancia que deriva hacia un lenguaje híbrido, mestizo e impuro. ¿Cómo si no de otra manera ampliar los significados, romper los muros, expandirse? Solamente reiniciando, reseteando el concepto pictórico para que de nuevo el sistema funcione, sea operativo.

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