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Corriente alterna

Catalanidad y españolismo

Juan Prim y Prats, un buen ejemplo de que la defensa de la identidad catalana no está reñida con sentirse español

Para los secesionistas catalanes que dicen cosas tan peregrina como "España nos roba" o "Yo no me siento español" y otras insensateces por el estilo, les vendría muy, pero que muy bien, estudiar su propia historia que, desde luego, ignoran de forma prácticamente total.

Estudiar Historia, como estudiar cualquiera otra disciplina, desde un método científico y por lo tanto razonado, puede resultar bastante árido y, desde luego, sorprendente, porque dados los prejuicios instalados en la mentalidad de los ciudadanos de Cataluña por sus autoridades académicas, las realidades objetivas chocarán frontalmente con las mentalidades forjadas en la escuela primaria. Por eso me permito aconsejarles que utilicen otro método más fácil y cómodo, entretenido como leer una novela y que les hará ver con meridiana claridad que las enseñanzas interesadas de las secesionistas no tienen ni pies ni cabeza.

Yo les propondría que leyeran una buena biografía sobre Don Juan Prim y Prats, un catalán con todas las de la ley, que llegó a ser nada menos que Presidente del Gobierno de España y que amó tanto a Cataluña que siendo diputado por Tarragona dijo en una sesión parlamentaria frases tan sentidas como las siguientes:

"No se extrañe que hable con este calor porque soy muy catalán y siento mucho los males que afligen a mi país".

O esta otra:

"Mientras sea diputado levantaré mi voz con energía siempre que crea que los intereses de mis representados están mal administrados, pues de otra manera me haría indigno de la confianza que merecí de mis compatricios, y estimo yo más su aprecio que los halagos del poder".

Y este sentimiento catalanista, tan legítimo como es el amor a la patria chica, sea esta cual sea, no le impidió en absoluto amar a España intensamente y procurar su bien por encima de todas las cosas, hasta el punto de poner numerosas veces su vida en peligro, como lo hizo en numerosas batallas, consiguiendo la Cruz Laureada de San Fernando durante la primera Guerra Carlista o el ,arquesado de Los Castillejos en la Guerra de África.

Sería sumamente larga la descripción de sus hechos de armas en sus años de ejercicio militar, sirviendo a los intereses legítimos de España. Bástenos decir que logró la consolidación, grado tras grado, de numerosos ascensos. Recibió además numerosas condecoraciones y recompensas y también heridas en acción de guerra, por todo lo cual fue citado en múltiples ocasiones en la orden del día, haciendo siempre derroche de valor, lo que a la temprana edad de 26 años le valió el ascenso a general y una ya para siempre imperecedera fama de héroe.

Una prueba de su entusiasmo por el bien de España fue su papel, más que importante, imprescindible, en la Gloriosa Revolución de 1868, cuya proclama, era: "Acudid a las armas, no con el impulso del encono, siempre funesto; no con la furia de la ira, siempre débil, sino con la solemne y poderosa serenidad con que la justicia empuña su espada. ¡Viva España con honra!" Es decir: por encima de todo, para Prim estaba España -"España con honra"-, de cuyo Gobierno llegó a ser Presidente.

Y amó tanto a España, aun siendo catalán (o quizás precisamente por serlo), que en su servicio perdió la vida en un infame asesinato que hizo cambiar el rumbo del país y nos privó del único estadista que buscando el bien de España, pude decirse que adivinaba el porvenir.

Por eso, como decía al principio, invito tanto a los catalanes como a todos los españoles, a que lean un par de libros escritos por un excelente biógrafo de Prim: el historiador Emilio de Diego, cuyos títulos son: "Prim, la forja de una espada" y "Prim, mucho más que una espada" .

Estoy seguro que de estas amenísimas y documentadas obras permitirán sacar conclusiones que desdicen muy objetivamente las aberrantes conductas de los ignorantes y de los secesionistas.

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