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Saúl Fernández

Noches de amor

El amor estalla en un instante y en un instante también desaparece. De uno a otro instante crece una historia y una devoción y todo junto recoloca los muros de la ciudad sitiada en que se convierte el enamorado cuando está enamorado. Y eso mola. El viernes pasado, el teatro Palacio Valdés se llenó de "Instantes": de los primeros y de los otros. Amores, luces oscuras, soledad de soledades.

"Instantes" es un espectáculo que tiene los elementos propicios para salir a hombros: tres autores contemporáneos, cuatro actores entregados y un espectáculo armado con las lanzas de la comedia ligera. Todos necesitamos amor alguna vez. Ya lo dijeron los Beatles. La función se compone de tres piezas independientes pespunteadas por cuatro monólogos desiguales y, todo junto, hilado, ya digo, por cuatro actores entregados a la causa.

Esta colección de elementos heterogéneos casan por el empeño de una directora como Elisa Marinas: todo sucede sobre la escena, incluso el cambio de personaje a personaje; todo sobre un suelo de escaques, como un tablero de ajedrez. Hay una historia de un taxista y una mujer sola, hay dos parejas intercambiadas y también un clásico de los ochenta. Todos están solos, todos tienen miedo, todos quieren vivir el instante del estallido, nadie quiere contemplar el zambombazo último. La comedia vista el viernes funciona dentro del género porque los cuatro actores arrancan de sus textos la vida que debería salir de los propios textos: "Solos en la noche", por ejemplo, estaba incluido en "Noches de amor efímero", cuando no había móviles; ahora sí que los hay, como en la pieza del taxista y la mujer sola. La sorpresa es la hoguera de todos los incendios.

El espectáculo echó a andar hace tres años en la sala Tú de Madrid y ha recorrido en este tiempo pocos escenarios. Se ha visto en la comunidad de Madrid y en algunas plazas asturianas, ha tenido dos vidas: primero con Roberto Cerdá y, ahora, con Elisa Marinas. La de antes de anoche fue la representación número trece. Merece una carrera de más largo recorrido: los instantes se hacen cortos cuando el amor se ahoga en el río de la soledad, que corre siempre caudaloso. Se lo digo yo.

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