La huelga de las educadoras de las escuelas infantiles es la última derivada de la profunda crisis de personal que durante años se gestó en el Ayuntamiento de Avilés con varios frentes, que saltó por los aires hace apenas dos meses y que está marcando el ecuador del mandato municipal. Es cierto que parte de la precariedad que denuncian estas trabajadoras es culpa del Principado, pero también lo es que el gobierno local tiene en sus manos instrumentos para dignificar su situación laboral, con altas dosis de incertidumbre cada vez que acaba el curso. No parece tampoco que imponer unos servicios mínimos sin mediar palabra favorezca el clima de entendimiento ni ayude a desbloquear las negociaciones generales con los sindicatos. Unos contactos que siguen a fuego lento y que están revelando una tremenda falta de sintonía durante demasiado tiempo.
