La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Jerusalén, la paz que nunca disfrutó

El conflicto en Oriente Próximo tras los atentados en Egipto

Son estremecedoras las fotos que muestran los atentados terroristas en las catedrales de Tanta y Alejandría, ciudades egipcias en las que residen comunidades cristianas coptas. Son, desgraciadamente, ataques reiterados por parte del islamismo más radical.

En esta ocasión, los atentados se han producido cuando los coptos, con su Papa Teodoro II al frente, se disponían a celebrar los oficios religiosos que preceden la Pascua de Resurrección del orbe cristiano. Como no podía ser de otra manera, se han prodigado las declaraciones de condolencia y condena del terrorismo del Daesh. El Papa Francisco se ha dirigido en términos muy claros, pidiendo también protección para los cristianos en diferentes territorios, especialmente en África y Asia, que pueden ser asesinados por causa de su fe.

A la represión procedente del islamismo violento, habría que añadir la actitud discriminatoria y restrictiva que practican algunos estados, y no solamente musulmanes. Tal es el caso de Israel en la regulación de la actividad religiosa en Jerusalén y los Santos Lugares.

Las crónicas cuentan que, a lo largo de esta semana, en la que han coincidido la Pascua católica, la Pascua de la Iglesia ortodoxa, la de la Iglesia copta y la Pascua judía, se han multiplicado las acciones discriminatorias por parte de Israel, hiriendo la sensibilidad de las diferentes confesiones.

Para los cristianos, cualquiera que sea la jerarquía eclesial que los distingue, la Pascua de Resurrección significa la celebración del fundamento de la fe común, la resurrección de Jesús en el Domingo de Gloria. Para los judíos, esta Pascua, el Pesaj, es una de las tres grandes fiestas hebreas. Conmemora la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud de Egipto y de los 40 años de travesía del desierto para llegar a Canaan. Para los musulmanes, Jerusalén es la ciudad más importante después de la Meca y, desde ella, Mahoma ascendió al paraíso sobre la yegua alada Burak.

Pues bien, las autoridades israelíes, con el pretexto de evitar ataques terroristas, han blindado todo el recinto amurallado -el centro de todas las celebraciones- con la intervención de miles agentes armados, al mismo tiempo que ordenaban el cierre de los pasos con los territorios palestinos ocupados. Es una situación de alerta máxima, pero las restricciones más duras son para las comunidades y visitantes cristianos, limitando el número de asistentes a procesiones y a la basílica del Santo Sepulcro, mientras que todo fueron facilidades para los 100.000 judíos que se juntaron en el "Muro de las lamentaciones" en la plaza Kolel. Israel, tras medio siglo de ocupación, y olvidando los acuerdos de la ONU, sigue manteniendo una política discriminatoria para cristianos y musulmanes, promovida por los sectores judíos ultraortodoxos, o quizás por la reacción a tanta violencia sufrida por el pueblo hebreo a lo largo de la historia. Siendo esto posible, lo cierto es que alrededor de un tercio de la humanidad tiene sus referencias espirituales en esta ciudad, que ya tenía 2.000 años cuando nació Jesús. Se la cita en la Biblia con el nombre de Salem, la "princesa de la paz", paz que nunca disfrutó. Fue asaltada y destruida por persas, romanos, cruzados y turcos, de tal modo que en ningún lugar santo del mundo ha corrido tanta sangre como en Jerusalén. Sin embargo, en ningún otro sitio se han rezado tantas oraciones como aquí. Quizás esto último sea lo que acerque a una futura concordia y paz tantas veces frustradas.

Compartir el artículo

stats