La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El paso del trapero

Gorriones desde 1917

El tratamiento que ha recibido esta familiar ave en diferentes capítulos de la historia

Cuando se cumple el centenario de la revolución soviética, cuando la "Colina Lenin" ha recuperado su nombre original de "Colina de los gorriones" desde la que se divisa una magnífica vista de Moscú, cuando ya todos se han olvidado de Svetlana Allilúyeva, la hija rebelde de Stalin, el "gorrioncito" como la llamaba su padre, del que siempre renegó, cuando ningún ideólogo ni político se atreve a reivindicar el comunismo soviético, los gorriones siguen formando parte de nuestra vida y de nuestra historia.

Un heterodoxo cristiano, José Jiménez Lozano, escribió que, durante años, se vio muy mal matar a las golondrinas porque una leyenda les atribuía haberle quitado los clavos al Jesús crucificado y, sin embargo, a nadie le parecía infame que se cazara a los gorriones. Pero el escritor vallisoletano, con enorme agudeza, sospechaba que los colores de las golondrinas que semejaban un chaqué las protegían, identificándolas con la gente pudiente, y por el contrario, el color de los gorriones, oscuro y sucio, que recordaba a los pobres avivaba el deseo de matarlos. Pero esta visión entrañable del siempre admirado Jiménez Lozano tiene su continuación en China.

La Gran Hambruna de finales de los años sesenta llevó al régimen de Mao Tse Tung a declarar a los gorriones enemigos de la revolución, sospechosos de arruinar las siembras de arroz, por lo que fueron exterminados millones pájaros proletarios, aunque los científicos advirtieron al dictador asiático que la destrucción de las cosechas eran producidas por insectos y precisamente el exterminio de las aves desequilibraba el ecosistema con resultado desastrosos. Pero en estos casos de nada sirve el pensamiento frente a la sinrazón del tirano, aunque varios años después el régimen sátrapa maoísta, sin reconocer su error, comenzó a importar, de manera clandestina, gorriones desde Rusia.

Y en estos tiempos de descreimiento, P. Sloterdijk sostiene que la lechuza de Minerva que escrutaba la noche y la sabiduría ha sido sustituida por la filosofía de los gorriones, un pensamiento postmoderno, contemporáneo, que salta sobre los tejados, contagiado de visiones fugaces y fragmentarias, un discurso precipitado, horizontal y en tránsito, como ha señalado Daniel Innerarity, que se revuelve contra un tiempo opaco. Porque la vida ya tiene para muchos de nosotros el brillo pardusco de las tensiones y los grandes relatos se han estrellado contra las aceras que recorren los gorriones a saltitos, perdiéndose por la ciudad como lo hacían los situacionistas.

Tal vez por eso en la quinta temporada de "Juego de Tronos" aparece por las calles del Desembarco del Rey, una secta, cuyo líder el "Gorrión Supremo", magníficamente interpretado por Jonathan Pryce, odia a toda clase dominante, consiguiendo imponerse con su estricta moral, su fanatismo, su fe destructiva y un extremismo que, sin otorgar el poder a los gorriones, alivia sus miserias y frustraciones humillando a la casta, incluida la madre del Rey, la incestuosa Cersei Lannister obligada a pasear desnuda, entre el populacho, para redimir sus pecados. Si bien la hermosa Cersei vengará su humillación preparando un trampa en la que caerán todos los "Gorriones", incluido el Supremo, acabando, para siempre, con una revuelta estéril, cruel y odiosa.

Sea por una u otra cuestión, los gorriones nos han llegado desde aquella lejana Rusia de 1917, volaron sobre las calles de París aquel mayo del 68 y hasta picotearon sobre las piedras caídas del Muro de Berlín en 1989. Sin embargo, los gorriones comunes que no existían antes de las ciudades están despareciendo de Europa debido a la contaminación, a la carencia de zonas verdes y al avance de especies invasoras. Se desvanecen como las ideas que creíamos nos llevarían cerca del cielo y próximos a la felicidad, revoluciones que nunca ganamos, sueños perdidos, caminatas inútiles. Porque son aves que pasan tan desapercibidas no nos hemos damos cuenta de que ya no están, que ha quedado roto el equilibrio de un sistema a quien no le importa silenciar el piar de los fracasados de la globalización.

Compartir el artículo

stats