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Saúl Fernández

Crítica / Teatro

Saúl Fernández

Miénteme, dime que me quieres

La mentira es un enchufe de supervivencia y una bomba atómica. Johnny Guitar (Sterling Hayden) se arrastra ante Vienna (Joan Crawford) en aquella película de Nicholas Ray de los cincuenta. El vaquero le suelta: "Miénteme. Dime que me has esperado todos estos años" y Vienna, que es malvada, se ríe de él y responde: "Te he esperado todos estos años". Johnny sigue en su rollo "ne me quitte pas" e insiste: "Dime que habrías muerto si yo no hubiera vuelto", pero Vienna es más lista: "Habría muerto si tú no hubieras vuelto". Y todo cuanto hubo entre ellos se destruye. Así actúa la mentira, que es el tema central -normal- de "La mentira", la comedia que se presentó antes de anoche en el teatro Palacio Valdés de Avilés (y ayer en el Jovellanos). Una comedia de sofá y de bla bla bla, una obra con Carlos Hipólito, una delicia sólo por eso, que Hipólito hace grande todo cuanto toca, incluso los espectáculos que son de cena, encuentro y tiros olímpicos.

La obra sigue las reglas del género: una pareja invita a otra; después del vino, la cosa estalla. Las comedias de sofá y yo, señora, somos así: no admitimos sorpresa. El escritor francés Florian Zeller -el autor de la sobrecogedora "El padre"- no se aparta aquí de la línea marcada por clásicos tan dispares como "¿Quién teme a Virginia Woolf?" o "Un dios salvaje", por citar sólo dos títulos de sobra conocidos.

Zeller es un autor de éxito en Francia. "La mentira" es el reverso tenebroso de "La vérité" (2011). José María Flotats estrenó esta última en España hace cinco años: "La verdad". David Serrano se ha encargado de versionar "Le mensonge" (2015), una función que rearma "La verdad" y deja en el aire el esqueleto primigenio: eso de que los relatos son ciertos o inciertos en función de quien los escuche. "La mentira es sólo un vicio cuando se hace mal", que dijo Voltaire.

Hubo aplausos y carcajadas anoche en Avilés, sobremanera, por un meticuloso Carlos Hipólito que da credibilidad a todo aquello a lo que se enfrenta. Sea el vendedor de "Glengarry Glen Ross", este Pablo mentiroso o aquel bancario de "El crédito" de Galcerán. Él y también Natalia Millán. La química entre ambos es superlativa: la de la otra pareja, pues vaya, menos. Parece que el director -Claudio Tolcachir- sólo se ha ocupado de los actores principales y se ha olvidado de los otros. Y es una lástima. Ahora cuento los días para volver a ver a Hipólito y a Millán juntos. Será en otoño, en "Billy Elliot". No me lo pierdo. De verdad.

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