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Vita brevis

Aquelarre

Sobre la jornada feminista convocada por las concejalas de Igualdad de la comarca en la mina de Arnao

Creo que las señoras concejales de la comarca que tienen la encomienda de la igualdad han convocado un aquelarre feminista en la mina de Arnao. La cosa parece que consiste en unas conferencias con la finalidad de empoderar a las mujeres, practicar la sororidad y quemar el machismo en una hoguera.

Ya saben que un aquelarre era una reunión nocturna donde se realizaban prácticas mágicas de brujería bajo la presidencia del demonio, que se presenta generalmente en forma de macho cabrío. Es esta una palabra muy española, porque deriva del vascuence, en cuya parla significa "prado del macho cabrío", aunque se escribe con "ka", que es la boina de ese idioma. Seguramente se extendió su uso por el famoso proceso inquisitorial de las brujas y los brujos navarros de Zugarramurdi, que en la práctica fue el último que se produjo en España, porque el presidente de aquel tribunal, Antonio de Salazar, remitió un memorial al Consejo de la Suprema Inquisición, en el que concluía que no hubo brujas ni embrujados en el lugar hasta que se comenzó a tratar y escribir de ellos.

El inquisidor general ya tenía la mosca tras la oreja y había encargado un informe a otro fraile, en el que concluía que la conducta de los supuestos brujos "parece más de locos que de ereges". Los frailes cultos españoles acabaron así con la persecución de la brujería en nuestras tierras, muchísimos años antes de que los ilustrados lo hicieran en otros países europeos, donde cayeron a miles como chinches, tanto en territorios católicos como protestantes. Como para que andemos con complejos.

Los aquelarres fantásticos no eran feministas, porque a ellos no concurrían solo brujas, que también iban brujos. No había en esas orgías discriminación por sexo ni por edad, aunque sí comían a los niños que, bien asaditos, son casi tan tiernos y sabrosos como los cochinillos. La identificación de la brujería con las mujeres es debida más bien a la tradición americana, por causa del proceso de las brujas de Salem, en el que todas las condenas recayeron sobre mujeres. Allí no había inquisición y ni siquiera católicos, que los colonos eran de los protestantes más protestantes que se pueda ser, porque eran calvinistas puritanos. La historia de este terrible suceso se popularizó con la obra de teatro "El crisol", de Arthur Miller, y por aquellos años de la posguerra surgió una asociación feminista americana cuyas iniciales eran WITCH, que se corresponde con la palabra "bruja" en inglés.

Está bien esto de que se quiera celebrar una reunión reivindicativa de las mujeres al estilo americano, aunque se denomine aquelarre y no "Sabbat", que es como son conocidas las reuniones satánicas fuera de la España de influencias vascongadas y, por lo tanto, también en tierras yanquis. Es muy americano asimismo el empeño en los empoderamientos, que es un palabro resucitado del desuso, pero no por haber hurgado en los entresijos de diccionarios históricos, sino por una horrenda traducción del vocablo inglés "empower". Es como cuando se traduce malamente "conductor", que no es un chófer sino un director, o "casual", que quien chapurree algo de ambos idiomas sabe que significa "informal". Son palabras engañosas porque son iguales que algunas castellanas, pero que significan otra cosa. Si seguimos así acabaremos hablando "espanglish", hasta tal vez acabar diciendo aquello que se pone como ejemplo de esa jerigonza y que dice "voy a brushear la carpeta", cuando se pretenda cepillar la alfombra.

No obstante, lo más criticable del asunto tal vez sea que se llame aquelarre a unas conferencias, porque no veo nada orgiástico en ello. Ni demoniaco, oiga.

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