Hoy nos ha abandonado para siempre un hombre de bien: Fernando Ruiz de Garibay y Echeverría, persona muy querida en Avilés, donde ejerció su profesión de odontólogo desde los años 50. Hijo de unos muy notables maestros de Vitoria por cuya escuela pasaron numerosas generaciones, era el segundo de cuatro hermanos. Dos ingenieros de Caminos, otro licenciado en Exactas, que dio clases en el instituto Carreño Miranda de Avilés, y él mismo, que se afincó en nuestra villa tras haber ejercido durante varios años en Ceuta, en cuyo hospital había hecho el Servicio Militar.

Deportista de extraordinarias aptitudes, practicaba el boxeo, la natación, el jogging, el frontón, el ciclismo... y todo ello con una afición y unos modales que crearon escuela e hicieron que muchos de los que fuimos sus amigos nos aficionáramos al ejercicio físico y formáramos en Salinas una peña que llegó a contar con doce personas y que a diario corría por la playa o subía a Pinos Altos para luego darnos un chapuzón en el mar o jugar una "feroz" partida de frontón en la que, sin interés material alguno, poníamos, inducidos por su ejemplo competitivo, tanto amor propio y tanta dedicación que parecía irnos la vida en el triunfo.

Fue "Gary" -como le llamábamos cariñosamente- jefe del servicio de socorrismo en la playa de Salinas durante dos o tres años, y con sus extraordinarias dotes de nadador sacó del peligro de morir ahogados a varias decenas de bañistas inexpertos que sin hacer caso de los avisos se vieron en serios apuros por las difíciles corrientes de la playa. Él, que además de sus excelentes condiciones físicas no tenía miedo a nada, no dudó nunca en poner en riesgo su propia vida para salvar las de los demás.

Esta actitud le valió el reconocimiento de recibir la Medalla al Mérito en el Salvamento de Náufragos, distinción pocas veces tan sobradamente merecida como lo fue en su caso.

En 1967 se caso con Margarita Sela Cueto, hija de don José Sela Sampil, ingeniero director de la Junta de Obras del Puerto y Ría de Avilés, con lo que su vinculación a nuestra villa se hizo más estrecha, aun teniendo en cuenta que ya desde mucho antes él se consideraba un verdadero avilesino aunque lo fuera de adopción, como otros muchos que, nacidos fuera de aquí pero enamorados de Avilés, hemos hecho profesión de avilesinos.

Cinco hijos completaron su matrimonio: Fernando y Rocío, que continúan sus pasos profesionales regentando la clínica odontológica que fundó en 1953; Greta, la mayor; Ana e Inés, las menores, que junto con su mujer Maggi, sus yernos y nietos, así como todos cuantos le quisimos, contribuiremos a perpetuar su memoria y nos hará imposible olvidar sus enormes cualidades, su humanidad cercana y vital, su hombría de bien y su enorme cariño hacia el deporte y a todo cuanto contribuyera a mejorar la salud de la gente, cosa que hacía tanto en su consulta cómo médico o en la calle como persona.

Descanse en paz y estamos seguros de que el legado de su entrañable recuerdo no se perderá nunca, ni entre los que fuimos sus amigos ni entre quienes de un modo u otro saben de su extraordinaria personalidad.