La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Vita brevis

La nación

El nuevo concepto de plurinacionalidad acuñado por el PSOE tras el triunfo de Pedro Sánchez

No es una cosa nueva, que ya llevan tiempo algunos dándole vueltas. Así que no es un invento de don Pedro Sánchez Pérez-Castejón, aunque haya sido él quien lo ha traído al primer plano de la actualidad. Parece que es el nuevo bálsamo de Fierabrás que propone para arreglar el revoltijo territorial, como antes utilizaba el "no es no" para reparar las dolencias políticas. La receta es que España es una nación de naciones.

Se ve que le gustan las palabras duplicadas, pero en este caso no se trata de una tautología, sino de un genitivo reduplicado, como cuando se dice un millón de millones o un cubo de cubos, como el rompecabezas de Rubik que tiene veintiún piezas que no hay manera de resolver para que cada cara quede con un solo color. Su uso denota además una gran majestuosidad, como cuando en el Apocalipsis se dice Rey de reyes y Señor de señores, que canta en inglés el coro del Aleluya de Haendel.

El asunto suena muy bien, pues ya ven que es muy sonoro y queda apropiado hasta para componer sobre esa letra una melodía barroca. El problema es que el jeque resurrecto del socialismo no nos ha explicado en qué consiste eso de la nación de naciones o, en otras versiones, del Estado multinacional. Es de suponer que algún día lo haga porque, mientras tanto, es imposible saber de qué se trata, porque su eminente antecesor don ZP ya sostuvo hace unos cuantos años que la nación es un concepto discutido y discutible. O sea, que no parece que se trate de un cubo que, por conjunción con otros, pueda formar otro cubo. ¿Será tal vez más útil el ejemplo de que una nación es como una matrioska, que es esa muñeca rusa que se abre y dentro porta otra igual pero más pequeña, y así sucesivamente? Vaya usted a saber.

De momento sólo tenemos el ejemplo que nos ha brindado su número dos, que se llama Adriana Lastra y es una asturiana aguerrida de Ribadesella. Según esta buena muchacha, mucho más agraciada que la Maritornes de Cervantes, Bolivia es el espejo en que podemos contemplar el futuro que nos espera en cuanto se haga realidad el galimatías de la nación de naciones en España. Esta comparanza ha dejado estupefactos a unos cuantos lectores y escribidores, que han proferido más de una crítica y alguna chanza. Pero, seguramente sin percatarse, la señora ha dado con la única explicación racional al dilema, aunque aquí se antoje impracticable.

En la Constitución boliviana, en forma parecida a la ecuatoriana, se reconoce que en el seno del Estado existen numerosas naciones. Pero se refiere a los pueblos precolombinos, como el quechua, el aimara, el guaraní y un rosario de otras tribus indígenas, algunas populosas, como las dos primeras mencionadas, y otras que no superan los mil individuos. Son como las naciones indias de las películas de vaqueros, en el concepto de nación como etnia, que nada tiene que ver con la nación política, cuyo jefe estaba en Washington y que hablaba por medio de los hombres azules con sus rifles de fuego del 7º de Caballería. Este mismo es el significado con que los romanos utilizaban la palabra nación, que viene del latín "nascor", que significa nacer. Para los antiguos romanos las naciones eran las diversas tribus bárbaras que pululaban por los aledaños exteriores del imperio.

Aunque queden gentes por desasnar, parece difícil que en España se pueda reconocer la existencia de naciones en este sentido, porque todas las que había antes de que llegaran los romanos fueron debidamente civilizadas e integradas, incluidas las de por aquí, que el asturiano deriva del latín. Tal vez resulte que la nación es sólo un sentimiento, como dijo don Pedro. Algo así como ser del Atlético de Madrid.

Compartir el artículo

stats