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La espinera

Mar Cantábrico

Una infancia y juventud cerca de la orilla

He nacido junto a ti. Tu rugido ha sido mi arrullo, el origen de mi primer sueño sonajero. Nunca has sido tenebroso para mí. Te recuerdo como un compañero de juegos: mis pies aún pequeños celebraban tus espumas nevadas y cubrías mis tobillos y llegabas a mis rodillas. Te acercabas y me alejaba. Te alejabas y me acercaba. Como añoro aquellos juegos verdes y azules con caricias de algas...

Más tarde descubrí, también cerca de ti, el significado del peligro y la desconfianza: el veneno de las medusas irisadas, los enormes troncos que golpeaban la orilla arrancados de cuajo por ti, mi querido mar enojado o enajenado, y que ilustrabas mi imaginación de tempestades al cobijo de montañas de arena. Junto a ti sentí que el Capitán Garfio olía a salitre y mercromina y más tarde también lloré contigo y con Whitman por aquel Capitán victorioso, que yacía frío y muerto al alcanzarnos con su gran navío.

Crecí y seguiste ahí impertérrito a mis confidencias. Te conté que deseaba huir en un velero y domar tus olas encrespadas guiada solo por el viento. Te conté que deseaba alcanzar algún litoral desconocido y exótico, ser la intérprete de botellas con mensajes enigmáticos, otear a vista de catalejo alguna isla misteriosa, descubrir una verdad oculta, ser exploradora y aventurera. Y permaneciste ahí, testigo de veranos de fantasías de brillos y de fuegos. Permaneciste siempre ahí, inalterable, y me contagié de tu bravura y escribí versos, arrojé palabras y brújulas a tus aguas, bauticé con nombres extraños a los náufragos que nunca llegaban.

Quiero pensar que aún es verano para bucear y sumergirme en ti, para emerger y salir victoriosa una vez más ante lo absurdo que, a veces, se vuelve la existencia. Quiero volver a la playa de Arnao y ver al atardecer a mi amiga Begoña flotando tranquila en tus aguas, como la hija favorita de tus mareas. Tú siempre ahí, rebelde o en calma, en esta playa de mi infancia y juventud de la que ya no deseo huir, en la que quiero permanecer mientras te escucho y me escucho en nuestro líquido idioma.

Y cuando pasen los veranos y llegue el invierno y todo sea más gris, más viejo, más solo, de nuevo volveré a ti, y apreciaré la sencillez y la esencia de las cosas. Tú mi querido mar, mar Cantábrico siempre cambiante y el mismo, familia y compañero, casa de agua agitada y sonora que llena siempre mi corazón de fortaleza.

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