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Catedrático de Lengua y Literatura Española

Felipe II, Santa Teresa y Portugal

Las relaciones políticas con el país vecino en un momento clave

Se ha celebrado en La Granda un curso sobre las personalidades españolas y portuguesas y sus influencias en la Historia de ambos países, hermanos pero con frecuencia enfrentados por motivos políticos. No cabe duda que dentro de la Historia de España existen dos personajes de singular transcendencia y relevancia: Santa Teresa de Jesús y el gran rey Felipe II, a quien la terrorífica y mentirosa leyenda está engrandeciendo cada día más. La otra es Santa Teresa de Jesús, cumbre universal la Literatura Universal y maestra insuperable de la Teología Mística. Este año es teresiano porque su fiesta litúrgica cae en domingo. Ambos, el gran Rey y la gran maestra, están relacionados con Portugal y con personajes portugueses relevantes, como Teutonio de Braganza, el Cardenal Enrique o el prior Antonio Crato.

En 1580, Felipe II logró incorporar a su corona el reino de Portugal. Muerto el rey Sebastián en la batalla de Alcazarquivir, y tras el efímero reinado del Cardenal Enrique, el monarca español logró que las Cortes lusitanas, reunidas en Tohmar, lo reconocieran como rey de Portugal, pese a la oposición de los partidarios de la candidatura del prior Antonio Crato. En el plano internacional, la incorporación de Portugal permitió a Felipe II el dominio del Atlántico occidental, plataforma indispensable para la próxima lucha con Inglaterra. Batalla de Alcántara.

Los acontecimientos de Portugal fueron vividos de forma indirecta, pero real, por Santa Teresa, quien en sus cartas, especialmente a Don Teutonio de Braganza, hace relación directa a las graves consecuencias que provocaría en los dos países una posible guerra. Debemos decir que Santa Teresa, en primer lugar, tenía gran respeto y admiración por Felipe II, como se desprende de las cartas que le escribió pidiendo su protección y ayuda en la duros momentos que vivían la Reforma del Carmelo descalzo, emprendida por ella, por la dura oposición de frailes del paño, como llamaba a los carmelitas calzados. Un ejemplo del gran aprecio y reverencia que sentía por el gran Monarca son estos párrafos tomados de sus cartas.

(...) Y, por eso, me he atrevido a suplicar a vuestra Majestad nos favorezca en ciertas cosas que dirá el licenciado Juan de Padilla, a quien remito. Vuestra majestad le dé crédito. Ver su buen celo me ha convidado a fiar este negocio, porque saberse sería dañar lo mismo que se pretende, que es todo para gloria y honra de Nuestro Señor. Su Divina majestad le guarde tantos años como la Cristiandad ha menester. Ahora gran alivio es que, para los trabajos y persecuciones que hay en ella, que tenga Dios Nuestro Señor un tan gran defensor y ayuda para su Iglesia como vuestra Majestad es".

Y pidiendo al Rey ayuda para el Padre Gracián hijo y hermano de Secretarios del rey Felipe II, le escribe: "Suplico a Vuestra Majestad me perdone lo que me he alargado, que el gran amor que tengo a vuestra majestad me ha hecho atreverme, considerando, que, pues sufre el Seños mis indiscretas quejas también las sufrirá vuestras majestad. Plega a Él, oiga todas las oraciones que en esta Orden se hacen de descalzos y descalzas para que guarde a vuestra majestad muchos años, pues ningún otro amparo tenemos en la tierra".

Una mención a la guerra próxima por la incorporación de Portugal a la corona de España, hace la gran Santa en carta dirigida a su amigo y protector Don Teutonio de Braganza en Évora. Con motivo de la muerte del Cardenal Enrique, Rey de Portugal y tío de Don Teutonio, se respiran en ambas naciones aires prebélicos. La Santa confiando en que don Teutonio pueda tener alguna influencia para evitar lo que parece inevitable, escribe estando en Valladolid en julio de 1579. "(...) Y vuestra señoría me mande hacer saber si hay allá (Portugal) alguna nueva de paz que me tiene harto afligida, lo que por acá ( España) oigo, como a vuestra señoría escribo; porque por mis pecados si este negocio se lleva por guerra, temo grandísimo mal en ese reino (Portugal) y a éste (España) no puede dejar de venir gran daño. Dícenme que el Duque de Braganza, el que la sustenta y en ser cosa de vuestra señoría me duele en el alma, dejadas las muchas causas que hay en ésta. Por amor de nuestro Señor -pues de razón de vuestra señoría será mucha parte para esto con su señoría- procure concierto, pues me dicen, hace nuestro Rey todo lo que puede y esto justifica mucho su causa- y se tengan delante los grandes daños que pueden venir, como he dicho. (?) Por acá dicen todos, que nuestro Rey es el que tiene la justicia (el derecho a ser rey de Portugal) y que ha hecho las diligencias que ha podido averiguarlo. El Señor dé luz para que entienda la verdad sin tantas muertes como ha de haber si se pone en peligro; y en tiempo que hay tanto pocos cristianos (católicos) que se acaben unos a otros (portugueses y españoles) en gran desventuras".

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