La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Saúl Fernández

Crítica / Teatro

Saúl Fernández

Los amantes en la mitología

"Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo". Esto forma parte del capítulo séptimo de "Rayuela", que es una novela que cosecha "hooligangs" desde su primera edición: allá por el verano de 1963. Cortázar hizo "boom" al romper la línea dramática, al quitar el polvo de la prosa garbancera que cosechaba el realismo castellano todavía de posguerra. Julio Cortázar, el Mesías de la modernidad. Y así hasta ahora, después de medio siglo de la historia a trompicones de Héctor Oliveira.

Pues bien, esta es la base de "El cíclope y otras rarezas del amor", el drama romántico que se estrenó antes de anoche en un auditorio del Niemeyer que tocó con las manos el lleno absoluto. Y no era para menos: cinco actores de primera, un director que asciende por la montaña de los grandes autores... Y mucho amor. Amor, amor y amor. Los cortacianos de pro dicen del capítulo siete de su obra principal que se describe a la perfección lo que es el beso, el amor... Los que no son cortacianos lo que dicen es que el texto es cursi. Y es una lástima. Lo era, fijo, en 1963. Y hoy no ha cambiado de naturaleza.

Pero esto no va de Cortázar. Esto va de "El cíclope y otras rarezas del amor". Ignasi Vidal alucinó al personal con "El plan", una comedia trágica construida bajo los mimbres ensayados por Cesare Zavattini (o sea, el neorrealismo) y alucinó aún más al dirigir a tres actores que se transformaron, por su talento (por el de ellos y por el de Vidal), en tres perdedores en busca del hilo que les siguiese atando al mundo. Lo que pasa en "El cíclope" es algo parecido: cinco criaturas sin objetivos descubren que dando un paso adelante, diciendo lo que ocultan, se hacen grandes. Lo que sucede es que esta transición Vidal la compone a base de frases elaboradas, de prosa meticulosa, de oraciones tan redondas que están más bien escritas para ser leídas que para ser dichas, aunque las diga de una manera tan extraordinaria la actriz Celia Vioque, que es Amanda. O Daniel Freire, el médico perdido, que encuentra lo que nunca había buscado en la joven vendedora de pisos (Sara Rivero). Ignasi Vidal mueve a sus actores sobre una escenografía perfecta (Curt Allen Wilmer) que suma un espejo y unas piezas de un puzle que elevadas y escritas con tiza recuerdan al cascayu (o sea, a la rayuela). Vidal dirige con tiento naturalista un texto que no lo es, que es demasiado lírico. "Este dietario está lleno de días buenos y malos, pero de ningún día extraño", que es lo que suelta el personaje que interpreta Freire al que representa Vioque, la amante de un tipo cansado (Manuel Baqueiro) de su mujer (Eva Isanta), un personaje que requiere de mayor protagonismo, que esconde demasiadas cosas que no se muestran. Y eso es otra lástima. El espectáculo fue muy aplaudido, porque el drama tiene momentos que sobrecoge y momentos en que la sonrisa se desprende. Vidal se lo dedicó a las víctimas de Barcelona y Cambrils.

Compartir el artículo

stats