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Concejala de IU en Avilés

Contra la trata en todas sus formas

Sobre la necesidad de combatir un problema social de primer orden

¡Qué importante es tener memoria!

Recordábamos las compañeras como, en el 2011, nuestro grupo político, Izquierda Unida de Avilés, denunciaba un cartel del Model's que promocionaba una fiesta en la ciudad, encontrándonos con todo un aluvión de críticas en las que, como poco, venían a llamarnos "catetas y pueblerinas".

Si han leído la prensa, sabrán que es la segunda vez que juzgan a los gerentes de dicho local de "ocio" por tener mujeres trabajando sin asegurar e incluso en situación irregular. Parece que, según las declaraciones de algunos camareros, hombres todos, asegurados todos, en situación regular todos, no es anormal que en cualquier discoteca haya mujeres en tanga o en biquini pululando o tomando una copa. No seré yo quien le diga a nadie como vestirse, por supuesto, pero no me negarán que no es habitual, ni normal, que las mujeres vayamos a tomar una copa en tanga.

Todo esto viene a colación porque la lucha contra la explotación sexual y el tráfico de mujeres, niñas y niños debe de continuar y porque, además, muchas veces sabemos, aunque otras tantas consentimos, que esa explotación se da muy cerca de nuestras casa y normalizamos una actividad como la prostitución, olvidando que mas del 90 por ciento de las mujeres que la ejercen lo hacen porque han sido captadas por cárteles criminales de trata de personas y por la pura necesidad de sobrevivir.

¿O es que ellas han decidido "libremente" ser esclavas sexuales? Permitidme que lo dude. Por lo tanto, aunque sea un tema controvertido, yo me declaro abolicionista, absolutamente abolicionista. Las características de la trata son, entre otras, la violencia y humillación, como si se tratase de mercancía, de un bien de consumo.

Un negocio que mueve miles de millones de euros. Junto con el tráfico de armas y de drogas, constituye uno de los negocios más rentables para las redes criminales, muchas veces con conexiones entre los tres ámbitos. Mientras, no podemos mirar hacia otro lado; se calcula que diariamente en España 1.500.000 hombres pagan por tener sexo y así alimentan y mantienen este tráfico, un negocio que no para de crecer. No se pueden infravalorar los datos. No podemos ser ciegos ni sordos ante esta forma de esclavitud.

No debemos alimentar, en nombre de la libertad de unos cuantos consumidores, lo que se esconde bajo la prostitución: menores, en muchos casos; violencia física y mental; humillaciones; cosificación; drogas; traumas y sufrimiento; y, además, invisibilidad social. Esa es la parte en la que todas estamos obligadas a denunciar y no permitir sesgos que nos lleven a justificarla.

Porque estas mujeres, por muchas razones, muy pocas veces se deciden a denunciar. Solo hay que pensar la situación en la que se encuentran, no solo de irregularidad, sino de las presiones sobre sus propios familiares, cuando han llegado como inmigrantes presas de las mafias o han sido captadas de menores y no conocen más que esa cárcel; imposible vertebrar una salida de una situación tan penosa.

La realidad es mucho más dura de la que nos imaginamos. ¿De verdad alguien puede pensar que esas mujeres han decidido libremente ser putas? Yo creo que no. Yo creo que son víctimas.

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