La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Contaminación

La falta de concienciación ante el problema de la polución

Estos días pasados, dieciocho ciudades, incluida, por supuesto, Avilés, han superado los límites de contaminación atmosférica permitidos por la Unión Europea. Un problema grave del que apenas tomamos conciencia y menos por estos pagos, porque como aquí no han restringido el tráfico, ni han prohibido que usemos el coche, es como si no hubiera pasado nada. Mientras eso no ocurra entendemos que todo va bien y cuando ocurre somos tan tercos que el modo de reaccionar y nuestra actitud viene a ser la misma del que va por una autopista en sentido contrario y la emprende a bocinazos contra quienes le avisan. Lo nuestro es gruñirle al mundo y no modificar el comportamiento a no ser por miedo a que nos pongan una multa que nos deje el bolso temblando. Aun así seguimos resistiéndonos y anteponemos nuestra comodidad al riesgo de una sanción y al perjuicio para nuestra salud.

Esto que digo lo estamos viendo en Madrid, donde el Ayuntamiento ha restringido el uso del coche y la gente ha respondido, indignada, con argumentos como que no hay derecho a que coarten su libertad. Tanto da que nos hablen de la boina de humo, como de las mil y una pruebas que demuestren que el aire se ha vuelto irrespirable, nosotros seguimos como si nada y echamos la culpa a las autoridades.

Que hagamos poco, o ningún caso a lo que nos dicen, tal vez se deba a que uno de los mayores problemas de la contaminación es lo insidioso de sus efectos. Salvo aquellas personas que tienen asma o problemas respiratorios, los demás apenas notamos que esté ahí. Ni siquiera cuando la atmósfera se vuelve tan densa que lo vemos a simple vista tomamos conciencia del peligro que supone. Otra cosa sería si nos salieran ronchas o se nos llenara la cara de granos. Entonces sí que nos volveríamos exigentes y apremiaríamos a las autoridades para que tomaran medidas. Pero la polución no duele. Solo escuece cuando nos prohiben que usemos el coche.

Lo curioso es que, si nos preguntan, decimos que estamos muy preocupados por el medio ambiente. Una preocupación que luego no se materializa porque hablamos y hablamos sobre el grave problema que eso supone pero justificamos nuestra falta de compromiso, alegando que la responsabilidad principal recae en otras instancias como las empresas y los responsables políticos. Solemos disculparnos diciendo que la repercusión de nuestras acciones es mínima. Que lo que podamos hacer nosotros apenas se nota ni tiene importancia. Así es que, en la práctica, lo más que hacemos es mirar al cielo y pedir que llueva.

Ese pensar primero, y siempre, en nosotros mismos, en nuestro bienestar, nuestra comodidad y lo que creemos que nos corresponde como "derecho", es un factor clave para entender nuestra reacción ente cualquier medida que nos afecte y se refiera al medio ambiente. Por eso, aunque respiramos el mismo aire y la contaminación afecta, a todos, por igual, nos encogemos de hombros y nos dejamos contaminar. Dejamos que triunfe la idea de que es peor el remedio que la enfermedad. Nos han metido en la cabeza que el problema de la contaminación no es cosa nuestra, sino de ellos. Y ellos aseguran que hacen todo lo que pueden y no pueden hacer más porque de ello depende nuestro bienestar. Depende que sigamos viviendo bien. Y así hasta que vuelva a llover otra vez.

Compartir el artículo

stats