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Vita brevis

Semana decisiva en Cataluña

El próximo día 21 se cumplirá el deseo expresado hasta la saciedad por los jerarcas catalanes: votar

Hasta hace bien poco la matraca constante que oíamos desde Cataluña era que querían votar. "Volem votar", se leía en las pancartas que portaban los manifestantes. La justificación moral de todo cuanto hacían los jerarcas catalanes era que votar es un derecho humano y, escuchando a una buena parte de la clerecía trabucaire, podría asegurarse que hasta casi divino. Votar es la fiesta de la democracia, como dicen los cursis, y por eso no puede ser ilegal y, menos aún, delictivo.

Con estos argumentos y otros semejantes los secesionistas defendían la legitimidad del referéndum que convocaron para decidir si Cataluña debía constituirse en una república independiente, que es cosa que la Constitución española no permite, salvo que se modifique su artículo 2, porque en él se consagra "la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles". Naturalmente, el Tribunal Constitucional suspendió y declaró ilegal la consulta y el propio Consejo de Garantías Estatutarias de la Generalidad de Cataluña se pronunció en el mismo sentido, al igual que los letrados del Parlamento catalán. Se ve que todos los juristas que forman parte de estas instituciones aprobaron brillantemente la carrera de Derecho, sin enchufes y sin copiar con chuletas en los exámenes.

¿Querían votar? Pues, ¡toma elecciones! Así es como arreglaron el asunto don Rajoy, don Sánchez y don Rivera. Echaron mano del durmiente y famoso artículo 155 de la Constitución para solucionar el desaguisado catalán mediante la convocatoria de unas elecciones autonómicas a celebrar, Dios mediante, el día 21 de diciembre, que para unos es el cuarto día de la semana y para otros, el quinto, porque es jueves. Es, por tanto, un día de labor, pero que permitirá escaquearse del trabajo unas cuantas horas presentando el justificante de haber votado, que también solicitarán numerosos jubilados por si el aquél, que nunca se sabe, o simplemente porque es gratis y son muchos los que no se resisten a acumular inutilidades siempre que sean gratuitas.

Los políticos y los opinantes andan en un gran desasosiego por la incertidumbre de los resultados de esas elecciones, aunque todos opinan que serán decisivas. Definitivamente se ha impuesto el fundamentalismo democrático, que es esa metafísica moderna que considera bendita y sacrosanta cualquier cosa, por ridícula o absurda que sea, con tal de que sea aprobada por la mayoría o simplemente se califique como democrática.

Siguiendo esa religión laica es lógico que piensen que la contienda catalana se va a arreglar mágicamente con estas elecciones, del mismo modo que los nacionalistas pensaban que con ganar en un referéndum ya iban a ser una república independiente, que algunos hay en su delirio que creen que ya lo es, como una señora que así lo manifestó sonriente y emocionada ante las cámaras que cubrían la manifestación de Bruselas y a la que asistió cubierta de visones, enjoyada y con el pelo teñido de rubio y cardado en casquete, portando una pequeña banderita "estelada blava", o sea que con una estrella blanca sobre un triángulo azul, que es, naturalmente, la de derechas de toda la vida.

Más decisivo será, sin duda, el siguiente día, 22 de diciembre, y no porque en él se conozca ya el resultado electoral. Es ese día que los niños del colegio de San Ildefonso nos alegran la mañana con su cantinela de números y premios, que al azar marcan las bolas que extraen de los bombos e introducen en los alambres de las tablas, en la popular lotería de Navidad. Se sucede ininterrumpidamente el canto de las pedreas, hasta que sale alguno de los premios mayores, que se celebran mucho, particularmente el Gordo. Para aquellos a quienes toca sí que es decisiva esta semana.

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