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Abogado

La nevadona

Sobre los cambios en el clima

Llevamos unos días expectantes. Nos vienen anunciado la llegada de una gran nevada y a la espera estamos. De momento, hace algo de frío, llueve a veces con intensidad e, incluso, cae alguna granizada. Pero la nieve se hace de rogar, salvo en las altas cumbres.

A nadie se le escapa que el clima se ha hecho últimamente más benigno. Basta para comprobarlo el tiempo casi veraniego que hemos disfrutado en este otoño. El calentamiento es una realidad, al menos en este hemisferio Norte en que vivimos. Cosa distinta y discutible es si nuestra civilización es su causa, que es posible que tenga algo que ver en ello, pero seguramente que muy poco. Parece que en este asunto los agoreros conservacionistas se olvidan de que la Tierra sufrió unas cuantas glaciaciones, a las que sucedieron otras temporadas de calores tropicales, y de aquella ni siquiera había aparecido el "homo sapiens sapiens", que todo se quedaba en unos simios que andaban en pelota picada saltando de árbol en árbol para alimentarse con sus yerbas y, si la cosa pintaba bien, darle matarile a algún bicho pequeño para comer sus proteínas concentradas.

Los historiadores de todo pelaje están de acuerdo en que en la Edad Media hacía, por lo general, más calor que ahora. Así lo deducen de las crónicas de entonces, en las que se habla incluso de cuándo el Guadalquivir se quedó seco, que es un fenómeno que no ha vuelto a suceder. Las investigaciones científicas han corroborado esas conclusiones, especialmente a través de los estudios de los anillos del tronco de los árboles más longevos, en el entendimiento de que cada año se forma un anillo y, según sean años de abundancia o de escasez, ese anillo es más o menos estrecho. De esa forma se corrobora que la Alta Edad Media fue época de sequía y que, a partir del siglo XIV, más o menos, comenzó Europa a enfriarse de forma constante, hasta llegar a lo que se conoce como la Pequeña Edad de Hielo, que se extendió hasta el siglo XIX. Fíjese hasta donde llegó la frialdad que el río Ebro, que es el más caudaloso de España, se heló varias veces. Dan cuenta de ello también los cuadros de Brueghel, que se identifican perfectamente porque suelen ser paisajes con señores y señoras muy pequeños, muchas veces nevados y con los ríos y canales helados que, si así siguiera, estaría ahora Puigdemont esquiando y patinando en Waterloo que, como cantaba el grupo Abba, es el lugar donde Napoleón fue definitivamente derrotado. "Waterloo, I was defeated, you won the war", que viene a ser, en cristiano, "Waterloo, yo fui derrotado, tú ganaste la guerra".

Hubo antes otras, pero la primera gran nevada que servidor recuerda en Avilés fue muy peliculera, porque fue en la Navidad de hacia 1961, según creo. Mi memoria no retiene otra hasta la noche del viernes de Antroxu de 1983, cuando andábamos en el Entierro de la Foquina, que confecciono Favila para la ocasión, y que hizo que el sábado siguiente las calles de la villa lucieran una alfombra de blancor. La última gran nevada caería a finales de enero de dos años después, cuando la nieve consiguió mantenerse durante tres días. Posteriormente habría otras pocas ocasiones de menor intensidad, aunque en alguna de ellas llegara a cubrirse la playa de Salinas de blanco.

En estos tiempos de calentamiento global ansiamos volver a ver el extraordinario espectáculo de los trapos de nieve cayendo desde las nubes grisáceas, algodonosas y cercanas, que se diría que se pueden alcanzar con los dedos de la mano desde la terraza. Ahora nos anuncian una nevadona que no acaba de llegar. Al paso que vamos tal vez nunca la contemplemos, especialmente en Avilés, porque sea cosa reservada a Gijón, donde todo es mayúsculo. Allí tiene la escalerona, la iglesiona, el molinón, la muyerona, el jardinón, la piscinona, las letronas y otros elementos superlativos. Quizá sólo llegue allí la nevadona. Por aquí nos contentaremos con un bastiau de agua de vez en cuando y alguna granizada de piedrinas pequeñas. La nevadona, si llega, será a Gijón, aunque caigan cuatro copos en Bernueces, en Cabueñes, en Tremañes o en Ceares. Al tiempo.

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